Los violentos enfrentamientos en la Embajada de Argelia en El Cairo tras el partido que disputaron ambas selecciones para el Mundial de Sudáfrica 2010 y la polémica por la inmerecida victoria de Francia frente a Irlanda pone de manifiesto las tensiones que genera el fútbol, que supera las buenas formas políticas y puede despertar conflictos diplomáticos a nivel internacional.
Sudáfrica bien vale una guerra. Parafraseando la famosa frase París bien vale una misa, de Enrique IV, tendríamos esa sentencia que, aunque puede parecer un tanto tremendista, no carece de sentido a tenor de los acontecimientos de los últimos días. La clasificación para el Mundial 2010 en Sudáfrica le está costando a muchos países no sólo “sangre, sudor y lágrimas” de su selección, sino también de sus ciudadanos. Para muestra, los altercados frente a la Embajada de Argelia en El Cairo, donde cientos de egipcios apedrearon el edificio y lanzaron botellas contra los agentes policiales.
Argelia y Egipto se enfrentaron el pasado miércoles en un partido que se saldó con la victoria argelina. Cosas del fútbol, pero parece que los egipcios no se lo tomaron demasiado bien, decidieron que su derrota era injusta y se inició una oleada de violencia en la capital. El Gobierno egipcio llamó a consultas a su embajador en Argel y se pudieron escuchar frases del tipo “hay que golpear la cabeza del que nos insulta”, pronunciada por el hijo del presidente de Egipto.
Al parecer, antes del partido el autobús de Argelia fue recibido con pedradas de los hinchas, por lo que tres jugadores acabaron heridos, lo que tensó los ánimos. Éste no era un partido más. Además de que suponía el pasaporte para el Mundial, ambos equipos cuentan con una rivalidad histórica. La última vez que se cruzaron en un torneo de cierta relevancia, en 1989, hubo disturbios tras el partido. Desde México 1986, Argelia no había vuelto a un Mundial. Era su mayor deseo, casi a cualquier precio: “Todo el equipo está listo (…) para la guerra”, manifestó el defensa argelino Madjid Bougherra.
Y efectivamente vuelve a hablarse estos días de la expresión “guerra del fútbol”, que acuñara el periodista y escritor polaco Ryszard Kapuściński en 1970 a raíz de los enfrentamientos entre Honduras y El Salvador en 1969. Conocida también como Guerra de las 100 horas, duró cinco días y coincidió en el tiempo con el encuentro entre ambas selecciones para el Mundial de 1970, en el que se puso en evidencia las fuertes tensiones políticas entre estas dos naciones. Si la religión, los motivos geopolíticos o las reservas de petróleo y otras fuentes de energía han motivado tradicionalmente las guerras, ahora lo hace el deporte rey.
Argelia se ha convertido en el único país del continente africano con representación en el Mundial. Pero no sólo en África genera conflictos el fútbol. En Uruguay 200 aficionados desataron la violencia en las calles cuando celebraban la clasificación frente a Costa Rica. Este episodio se saldó con 13 heridos y 24 detenidos. En la vieja y civilizada Europa, también afloran las tensiones diplomáticas. El fútbol contribuye al enaltecimiento del sentimiento nacionalista, algo de lo que no está exenta ninguna nación e, incluso, sus mandatarios.
Así, el primer ministro irlandés, Brian Cowen, solicitó a la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) que se repitiera el partido que había enfrentado a su país con Francia, ya que el gol que permitió la clasificación francesa partió de una jugada en la que Thierry Henry utilizó la mano. Cowen aseguró que comentaría el tema con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en una reunión en Bruselas. La FIFA ha hecho oídos sordos a esta petición y en Francia “la falta de Henry se transforma en un asunto de Estado”, según titulaba el diario Le Figaro. Sarkozy lamentó la derrota irlandesa pero rogó que “no me pidan que ocupe el lugar del árbitro, de las autoridades francesas del fútbol o de las autoridades europeas de fútbol: déjenme donde estoy”.
La crispación crece y los debates se suceden. Ya no es una cuestión meramente deportiva, razón por la que muchos políticos quieren llevarla al Parlamento europeo. En palabras del ministro de Justicia irlandés, Dermot Ahern, “si el partido no se volviera a jugar se estaría dando el mensaje de que es legítimo hacer trampa para ganar”.
Pero el fútbol no sólo genera conflictos diplomáticos. A raíz de la celebración en Argelia de la clasificación para el Mundial, hubo 14 muertos y 254 heridos en diversos accidentes de tráfico, según protección civil de ese país. Además, 145 personas sufrieron ataques al corazón, aunque no hubo víctimas mortales. Menos mal que dicen que el deporte es salud…