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Legalización de la droga, un debate que cobra nuevos bríos en Latinoamérica

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El debate sobre si se debe o no legalizar la droga resurgió en Latinoamérica. Al parecer algunos proyectos destinados a combatir el tráfico de estupefacientes se basan en la fórmula de permitir "un mal menor para erradicar uno mayor". Se trata de propuestas que no dejan indiferente a nadie.

El debate sobre si se debe o no legalizar la droga resurgió en Latinoamérica. Al parecer algunos proyectos destinados a combatir el tráfico de estupefacientes se basan en la fórmula de permitir "un mal menor para erradicar uno mayor". Se trata de propuestas que no dejan indiferente a nadie.

La polémica sobre este tema no fue lanzada por gente improvisada ni sospechosa de tener intereses en la materia. Por el contrario, son algunas de las mentes más brillantes de la región las que coinciden en el diagnóstico.

Es el caso del Premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, quien opina que "el narcotráfico crece y todos los esfuerzos que se hacen para reprimirlo no dan resultados". "Creo que ya es hora de empezar a intentar otra forma de encarar ese problema. Y que la idea de la legalización, que al principio parecía tan excéntrica y minoritaria, se va abriendo camino poco a poco", explica.

Otro Nobel de Literatura latinoamericano, Gabriel García Márquez, sostiene una posición frente a este tema que está basada en la realidad que ha vivido su país: "No es posible imaginar el fin de la violencia en Colombia sin la eliminación del narcotráfico y no es imaginable el fin del narcotráfico sin la legalización de la droga, más próspera cada instante cuanto más prohibida", afirma Gabo.

En junio de 2011, la Comisión Mundial sobre Política de Drogas, integrada por prestigiosas figuras mundiales, consideró también que la lucha ha fracasado y recomendó incluso la legalización de ciertos narcóticos, entre ellos la marihuana. Para algunos especialistas, el de los estupefacientes podría ser un sector comercial más, como lo es la industria tabacalera o la de las bebidas alcohólicas.

Sin embargo, Estados Unidos, que mediante una "certificación” anual se atribuye la potestad de premiar o castigar económicamente los pasos dados en el combate a las drogas en los países de la región, se opone a cualquier medida de este tipo.

La corrupción es aliada del narcotráfico

Quienes apoyan la guerra contra el narcotráfico, sostienen que en realidad la batalla es aún insuficiente, como lo asegura Claudio Izaguirre, miembro de la Asociación Antidrogas de la República Argentina en declaraciones a RT.

"Deberíamos tener funcionarios que no fueran corruptos en América y entonces los países podrían combatir con toda tranquilidad y fina distinción a los mercaderes de la muerte. Los servicios de Inteligencia saben perfectamente quiénes son y dónde actúan", comenta Izaguirre.

Por ahora la lucha en torno a las drogas deja numerosas víctimas a ambos lados de la línea del frente. Los cárteles no cesan su sangrienta contienda por los diferentes territorios. Se estima, por ejemplo, que en los últimos cinco años en México debido a estos conflictos murieron cerca de 50.000 personas. Pero esta actividad deja otro triste resultado: millones de vidas rotas tras sucumbir en la tentación de los narcóticos. Y, según los datos de la ONU, la cifra va a seguir aumentando en vista del creciente consumo en toda Latinoamérica.

La preocupante situación dio pie a otro gran debate: si deben estar penalizadas también la tenencia y el consumo de estupefacientes.

En EE. UU., Canadá y la Argentina la posesión de droga en pequeñas cantidades para el consumo está penalizada. En otros, como México o Brasil, está permitida. Los defensores de la liberalización de su uso personal consideran que la prohibición no siempre ayuda a enfrentar el problema de la dependencia.

"El único ejemplo exitoso de reducción del consumo de una droga es la disminución del consumo del tabaco, sin que fuera necesario hacer una guerra contra los consumidores o los comerciantes. Solo hubo un cambio de mentalidad", asegura María Lucia Karma, ex jueza de Río de Janeiro.

La percepción del problema varía incluso a nivel estatal. Algunos gobiernos hacen énfasis en su relación con el tema de la salud pública, otros estudian el impacto social que pueden tener las medidas de liberalización. Pero detrás de la escueta estadística y las discusiones políticas está la tragedia personal de cada uno de los que conocen en carne propia lo que es la adicción.

Graciela Izquierdo no puede borrar de su memoria la imagen de su hijo totalmente drogado en una cueva de un barrio marginal de Buenos Aires.

"Para mi el momento más difícil cuando yo fui a buscar a José fue encontrarlo en un pozo, durmiendo, con perros enfermos, perros callejeros. Ver a mi hijo en ese pozo (...) me dio una cosa tan tremenda. Obviamente esto era una mamá exigiéndole al hijo que viva", confiesa Graciela Izquierdo, madre de José, un joven rehabilitado.

Tras una difícil lucha de varios años, Graciela logró la recuperación total del adolescente quien hoy trabaja en un centro especializado.

"Yo, como drogadicto rehabilitado, no estoy de acuerdo con la despenalización del consumo por todas las consecuencias que trae (…) Le enseñaríamos a los adolescentes a los más chicos a drogarse, y eso es algo destructivo", comenta José.

Una destrucción que acecha cada vez a más personas y que a ritmo acelerado va involucrando a las nuevas generaciones.

Hoy en día las distintas opiniones se van sumando a todo un coro de propuestas para asestar un duro golpe a esta lacra. Pero la realidad hace que la búsqueda de una salida para cortar de raíz el problema se convierta en una carrera contrarreloj en la que las vidas de muchos están en juego.

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