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El Reino Unido evaluará su participación en la guerra en Irak

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En Londres comienza el proceso judicial relacionado con la participación del Reino Unido en el conflicto armado en Irak. Está planeado interrogar a varios funcionarios de ese país en los próximos meses, incluyendo a altos oficiales, agentes del servicio de inteligencia y al ex primer ministro, Tony

En Londres comienza el proceso judicial relacionado con la participación del Reino Unido en el conflicto armado en Irak. Está planeado interrogar a varios funcionarios de ese país en los próximos meses, incluyendo a altos oficiales, agentes del servicio de inteligencia y al ex primer ministro, Tony Blair.

Además, los jueces tienen la intención de obtener el testimonio de varios funcionarios de la administración del ex Presidente estadounidense George W. Bush. Así, este proceso podría convertirse en la mayor investigación hacia un Estado participante en la guerra en Irak. Sin embargo, la principal tarea del tribunal no será la investigación de la responsabilidad penal o civil de los implicados respecto a los actos cometidos, sino que elaborar conclusiones generales sobre este asunto y generar recomendaciones que eviten cometer los mismos errores en el futuro.

La opinión pública inglesa ya criticaba el papel que desempeñó Gran Bretaña en la guerra en Irak. Concretamente, familias de militares abatidos y activistas sociales pedían comenzar un exhaustivo estudio del papel británico en ese conflicto. Además, hubo protestas masivas cuando el número de soldados muertos en el conflicto alcanzó las 179 personas.

Anteriormente, la prensa de ese país había informado de que el Gobierno, en febrero de 2002, comenzó a prepararse para la guerra contra el régimen de Saddam Hussein, más de un año antes de la invasión. Con esto desmienten a Blair —que engañó al Parlamento y sus conciudadanos— tras haber declarado en ese año que el Gobierno no tenía prevista ninguna acción militar en Irak. Los documentos confidenciales, por el contrario, demuestran que los jefes militares de ese país sí comenzaron a planear una operación militar en esa fecha.

La necesidad de mantener estos planes en secreto, ocultando la verdad a la mayoría de los diputados y funcionarios, limitó la adecuada preparación para el conflicto. Durante el inicio de las acciones militares existió una carencia de municiones y una total falta de medios de protección contra armas químicas. Uno de los oficiales al mando informó de que los proveedores militares incluso enviaron por error un contenedor con esquís al desierto iraquí.

Es más, el Ejército británico no podía colaborar en armonía con sus pares estadounidenses —contradiciéndoles incluso en variadas ocasiones— según afirman en entrevistas otorgadas al periódico The Daily Telegraph ex comandantes ingleses que participaron en las acciones en Irak.

Según el rotativo, las primeras contradicciones surgieron en 2003 sobre las tácticas de guerra. El ejército británico insistió en un enfoque “suave” al conflicto, desplegando todos los recursos diplomáticos cuando fuera posible. Los militares estadounidenses, por su parte, preferían “hostigar, detener y matar al enemigo, sin entrar en negociaciones con él".

Hubo diferencias similares sobre la cuestión de los contactos y el trato hacia la población local. De acuerdo con los informes militares, debido a la falta de atención hacia las necesidades de la población civil, estos comenzaron a percibir a los estadounidenses como “aquellos que pueden enviar un hombre a la Luna pero no puede instalar electricidad”.

En particular, el Coronel Jay Tanner dijo a los representantes del Ministerio de Defensa británico que algunos líderes militares de los EE. UU. hablaban con sus pares del ingleses igual que “como con los extraterrestres”. “A pesar de nuestras así llamadas relaciones especiales, creo que nos tratan como a los portugueses”, señaló.

Los británicos, por su parte, llamaban a los norteamericanos “un grupo de marcianos”.

El ex comandante de las fuerzas británicas en Irak, General Andrew Stewart, dijo que perdió mucho tiempo tratando de “evitar” y “rechazar” las órdenes de los jefes militares de los Estados Unidos. Además, señala que los militares de su país no podían influir sobre la política norteamericana en Irak.

En su informe, dijo también que entre su Cuartel General en Basora y el Estado Mayor de los EE.UU en Bagdad nunca hubo un canal cifrado de comunicaciones.

 

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