Vladímir Putin, primer ministro de Rusia y candidato a la Presidencia del país por el partido Rusia Unida, ha publicado su séptimo y último artículo, esta vez en el periódico Moskóvskie Nóvosti, en el que esboza su visión sobre la política internacional y sobre los principales problemas mundiales. Putin detalla su actitud respecto a la proliferación de armas nucleares, la amenaza terrorista, el tráfico de drogas y la Primavera Árabe. Además analiza las relaciones bilaterales de Rusia con sus socios europeos y norteamericanos. A continuación, reproducimos el texto íntegro.
En mis artículos anteriores ya he comentado las claves de los desafíos exteriores a los que se enfrenta Rusia en la actualidad. Sin embargo, este tema merece una atención más detallada, y no solamente porque la política exterior sea una parte integrante de cualquier estrategia estatal. Los desafíos exteriores y el mundo a nuestro alrededor, que está siempre en proceso de cambio, nos llevan a tomar decisiones en la esfera de la economía, la cultura, los presupuestos y las inversiones.
Rusia es parte integrante del mundo, tanto desde el punto de vista de la economía como desde el punto de vista de la distribución de la información y la situación cultural. No podemos y no queremos aislarnos. Suponemos que nuestra transparencia traerá a los ciudadanos rusos una mejora en bienestar y cultura y fomentará la confianza que cada vez parece escasear más.
Pero vamos a basarnos en nuestros propios intereses y objetivos y no en las decisiones dictadas por terceros. Rusia es respetada y tomada en consideración solo cuando es fuerte y se mantiene firme sobre sus pies. Rusia casi siempre ha gozado del privilegio de desarrollar una política exterior independiente. Y así seguiremos. Más aún, estoy convencido de que la seguridad mundial podrá garantizarse solo con la ayuda de Rusia y no por medio de intentos de debilitar sus posiciones geopolíticas y perjudicar sus defensas.
Los objetivos de nuestra política exterior tienen un carácter estratégico, no coyuntural, y reflejan el lugar único de Rusia en el mapa político mundial, su papel en la historia y el desarrollo de la civilización.
Sin duda alguna, vamos a continuar en un rumbo activo y constructivo hacia el fomento de la seguridad común, la renuncia a la confrontación y la resistencia eficaz a desafíos como la expansión de las armas nucleares, los conflictos regionales y las crisis, el terrorismo y la amenaza del tráfico de drogas. Vamos a hacer todo lo posible para que Rusia reciba los últimos logros del progreso científico y tecnológico y para que nuestros empresarios ocupen un lugar digno en el mercado global.
Vamos a esforzarnos para que el nuevo sistema del orden mundial que se basa en la realidad geopolítica actual se forme suavemente, sin trastornos.
Quién socava la confianza
Como siempre, creo que algunos de los postulados más importantes son el carácter integral de la seguridad para todos los estados, la inadmisibilidad de la aplicación de la fuerza extrema y el cumplimiento incondicional de los principios básicos del derecho internacional. El desprecio a estas condiciones lleva a la desestabilización de las relaciones internacionales.
Precisamente a través de este prisma percibimos varios aspectos del comportamiento de EE. UU. y la OTAN que no cuadran con la lógica del desarrollo actual y se basan en principios heredados de la mentalidad ‘de bloque’. Todos entienden lo que quiero decir. Se trata de la ampliación de la OTAN que incluye la disposición de nuevos elementos de la infraestructura militar y los planes de la alianza (que provienen de EE. UU.) de crear un escudo antimisiles en Europa. Ni siquiera tocaría el tema si estas acciones no se llevaran a cabo directamente al lado de las fronteras rusas y si no perjudicaran nuestra seguridad y si no fueran contra la estabilidad en el mundo.
Nuestra argumentación se conoce bien y no la voy a repetir, pero nuestros colaboradores occidentales no la entienden, la pasan por alto.
Lo que me preocupa es que a pesar de que los contornos de nuestras ‘nuevas’ relaciones con la OTAN ni siquiera se han dibujado nítidamente, la alianza ya actúa de un modo que no fomenta la confianza de ninguna manera. A su vez, esta política perjudica a los objetivos a escala global, impide fijar una agenda positiva en las relaciones internacionales, frena su reajuste constructivo.
Una sucesión de conflictos armados justificados por fines humanitarios está socavando el principio de soberanía estatal consagrado por siglos. De este modo, en las relaciones internacionales aparece un nuevo hueco, esta vez moral y legal.
A menudo se escucha que los derechos humanos están por encima de la soberanía estatal. Sin duda es así y los crímenes contra la humanidad tienen que ser castigados por la Corte Penal Internacional. Sin embargo, cuando en base a este dogma se viola la soberanía y los derechos humanos se defienden desde fuera y de una manera selectiva, y en el proceso de esa ‘defensa’ se pisotean los mismos derechos de un montón de gente, entre ellos, el derecho más básico y sagrado, el derecho a la vida, no se trata de una cuestión noble, sino de una demagogia elemental.
Es muy importante que la ONU y su Consejo de Seguridad puedan resistir al dictado por parte de varios países y los abusos en la arena mundial. Nadie tiene derecho a apropiarse de las prerrogativas y poderes de la ONU, especialmente en lo que se refiere a la aplicación de fuerza respecto a estados soberanos. Hablo principalmente de la OTAN, que trata de asumir funciones que no son propias de ‘una alianza defensiva’. Todo esto es más que serio. Recordamos cómo apelaron en vano a las normas de derecho y a una elemental decencia humana los estados que llegaron a ser víctimas de ‘operaciones humanitarias’ y de la exportación de ‘una democracia de misiles y bombas’. No los escuchaba nadie y nadie lo quería hacer.
Parece que los miembros de la alianza, EE. UU. en primer lugar, tienen un concepto muy peculiar de la seguridad, que difiere mucho del nuestro. Los norteamericanos están obsesionados con la idea de garantizarse una invulnerabilidad absoluta, lo que, en mi opinión, es utópico e irreal, tanto en el aspecto tecnológico como en el geopolítico. Aquí, de hecho, está la raíz del problema.
Una invulnerabilidad absoluta para uno significaría la vulnerabilidad absoluta para todos los demás. No se puede no estar de acuerdo con esta perspectiva. Otro tema es que algunos países, por ciertas razones, prefieran no hablar de esto de una manera abierta. Rusia, mientras tanto, va a llamar a las cosas por su nombre y va a hacerlo abiertamente. Voy a destacar una vez más que la violación del principio de indivisibilidad de la seguridad, pese a las reiteradas declaraciones sobre la fidelidad al mismo, genera muchas amenazas serias. En última instancia, también para los mismos estados que inician estas violaciones por diferentes razones.
‘La primavera árabe’: lecciones y conclusiones
Hace un año el mundo se enfrentó a un fenómeno nuevo, una serie de manifestaciones casi simultáneas contra regímenes autoritarios en varios países árabes. Al principio, ‘la primavera árabe’ se percibía como una esperanza de introducción de cambios positivos. Las simpatías de los rusos estaban con los que trataban de lograr reformas democráticas.
No obstante, muy pronto quedó claro que en muchos países el proceso no se desarrollaba según un guión civilizado. En lugar de fomentar la democracia y defender los derechos de las minorías, se procedió a la expulsión del adversario y el dominio de una fuerza fue sustituido por un dominio todavía más agresivo por parte de otra.
La situación tomó un matiz más negativo cuando se produjo una intervención exterior para apoyar a un bando de uno de estos conflictos interiores, sobre todo por culpa del carácter violento de esta intervención. Tanto fue así que algunos estados, con el pretexto de unas supuestas motivaciones humanitarias, acabaron con el régimen libio con la ayuda de la aviación militar. La culminación del proceso se materializó en las asquerosas imágenes del linchamiento no ya medieval, sino más bien prehistórico, de Muammar Gaddafi.
Hay que evitar la repetición del ‘guión libio’ en Siria. Los esfuerzos de la comunidad mundial deben dirigirse en primer lugar a alcanzar la reconciliación siria. Es muy importante lograr el cese inmediato de la violencia, sea cual sea su procedencia, y el comienzo de un diálogo nacional, sin condiciones previas, sin intervención extranjera, con respeto a la soberanía del país. Esto creará una base para que las medidas propuestas por el Gobierno sirio realmente se cumplan. Lo principal es no permitir que se desate una guerra civil a gran escala. La diplomacia rusa ha trabajado y seguirá trabajando en esta dirección.
Teniendo en cuenta nuestra amarga experiencia estamos en contra de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que podrían ser interpretadas como un permiso para la intervención en los procesos interiores sirios. Basándose en este enfoque, Rusia y China no permitieron que se aprobara una resolución que tendría un doble sentido y en la práctica estimularía acciones violentas de una de las partes del conflicto interior.
Respecto a esto y considerando la dura reacción, al borde de la histeria, ante veto ruso-chino, quisiera advertir a nuestros colegas occidentales contra la tentación de usar un esquema ya probado anteriormente: si hay una aprobación del Consejo de Seguridad para una u otra acción, todo bien; si no la hay, creamos una coalición de los estados interesados. Y atacamos.
La lógica de este comportamiento es contraproducente y muy peligrosa. No llevará a nada bueno. En cualquier caso, no contribuye a resolver la situación dentro del país que padece el conflicto. Pero lo peor es que causa la pérdida del equilibrio en todo el sistema de seguridad internacional, socavando la autoridad y el papel central de la ONU. Voy a recordar que el derecho a veto no es un capricho, sino una parte integral del orden mundial fijada en el reglamento de la ONU, por cierto, por la insistencia de EE. UU. La idea de este derecho es que si hay por lo menos un miembro permanente del Consejo que se opone a la decisión, esta decisión no puede ser eficaz.
Espero que EE. UU. y otros países tengan en cuenta la amarga experiencia que ya existe y no intenten usar un guión de fuerza en Siria sin la autorización del Consejo. En general, no logro entender de dónde proviene este deseo de guerra. Por qué no tienen la paciencia para elaborar un enfoque colectivo verificado y equilibrado, ya que en el caso del proyecto de la ‘resolución siria’ ya estaba emergiendo. Lo único que faltaba era exigir que la oposición armada hiciera lo mismo que el Gobierno, o sea, que retirara las unidades militares de las ciudades. La renuncia a hacerlo es cínica. Si queremos mantener la seguridad de los civiles, que es el objetivo principal de Rusia, hace falta tranquilizar a todos los participantes en el enfrentamiento armado.
Y un aspecto más. Resulta que en los países que superaron ‘la primavera árabe’, como anteriormente en Irak, las empresas rusas pierden sus posiciones en los mercados locales en los que las habían conseguido tras décadas de intenso trabajo y también pierden contratos comerciales importantes. Y los nichos que se liberan los ocupan operadores económicos de los mismos estados que provocaron el cambio de régimen.
Se podría pensar que los acontecimientos trágicos en cierto grado no fueron provocados por la preocupación sobre los derechos humanos, sino por el deseo de algunos de repartir el mercado. De cualquier modo, nosotros no podemos mirar todo esto con serenidad divina. Vamos a trabajar activamente con los nuevos gobiernos de los países árabes para recuperar nuestras posiciones económicas pronto.
En general, lo sucedido en el mundo árabe es muy instructivo. Los sucesos muestran que el deseo de introducir la democracia por la fuerza puede llevar a un resultado totalmente contrario y a menudo eso es lo que pasa. Algunas fuerzas se levantan desde abajo, entre otras, los extremistas religiosos, que intentan cambiar el rumbo del desarrollo de los países, el carácter laico de su administración.
Nosotros en Rusia siempre hemos tenido buenos contactos con los representadores del islam moderado cuya visión del mundo se asemeja a las tradiciones de los musulmanes rusos. Y estamos preparados para desarrollar estos contactos en las condiciones que existen ahora. Estamos interesados en la activación de las conexiones políticas, económicas y comerciales con todos los países árabes, entre ellos los que acaban de superar un periodo de trastornos interiores. Más aún, veo condiciones reales para que Rusia conserve sus posiciones de liderazgo en Oriente Medio, donde siempre hemos tenido muchos aliados.
En cuanto al conflicto árabe-israelí, aún no se pudo inventar una ‘receta mágica’ para solucionarlo. Pero no debemos caer en el desánimo. Teniendo en cuenta nuestras estrechas relaciones con los dirigentes de Israel y con los líderes palestinos, la diplomacia rusa continuará la colaboración bilateral para restablecer el proceso de pacificación en el formato del Cuarteto de mediadores internacionales y en coordinación con la Liga Árabe.
La llamada Primavera Árabe también ha dejado claro que hoy en día la opinión pública mundial se forma mediante un uso activo de tecnologías avanzadas de comunicación e información. Se puede decir que Internet, las redes sociales, los teléfonos móviles, etc. se han convertido, junto a la televisión, en una eficaz herramienta de la política interior e internacional. Es un nuevo factor que debemos contemplar para disminuir el riesgo de su uso por parte de terroristas y delincuentes, pero promoviendo la libertad de comunicación en la Red.
Cada vez se hace más referencias al concepto de ‘fuerza suave’, es decir, una serie de herramientas y métodos para conseguir objetivos exteriores sin hacer uso de las armas, pero gracias a diversas formas de influencia. Por desgracia, estos métodos se utilizan a menudo para generar y provocar extremismo, separatismo, nacionalismo, para la manipulación de la opinión pública o para la injerencia directa en la política nacional de países soberanos.
Debemos ver claramente la diferencia entre la libertad de expresión y la actividad política normal, por un lado, y los instrumentos ilegales de ‘fuerza suave’, por otro lado. No podemos hacer nada más que aplaudir el trabajo civilizado de las ONG humanitarias y benéficas. Incluidas las que critican a las autoridades. Pero es inadmisible la actividad de las pseudo-ONG y otras organizaciones que buscan desestabilizar la situación en algún país gracias al apoyo exterior.
Estoy hablando de esos casos en los que la actividad de las organizaciones no gubernamentales no se fundamente en los intereses (y recursos) de determinados grupos sociales, sino que es financiada y patrocinada por fuerzas exteriores. Actualmente existen muchos ‘agentes de influencia’ de grandes países, bloques o corporaciones. Cuando actúan de manera abierta es una de las formas de lobby civilizado. Rusia también cuenta con tales instituciones: Rossotrúdnichestvo, el fondo El Mundo Ruso, nuestras principales universidades que amplían la búsqueda de jóvenes talentosos en el extranjero.
Pero Rusia no utiliza las ONG nacionales de otros países, no financia a estas ONG y organizaciones políticas extranjeras para promover nuestros intereses. Tampoco lo hacen China, India o Brasil. Creemos que la influencia en la política interior y las tendencias sociales de otros países debe realizarse solo de manera transparente, entonces los actores serán responsables de sus acciones.
Nuevos desafíos y amenazas
Ahora la atención de la comunidad mundial se centra en Irán. Sin duda alguna, Rusia está preocupada por la creciente amenaza de un ataque contra este país. Si pasa esto, las consecuencias serán catastróficas. Es imposible imaginar su escala real.
Estoy convencido de que hay que resolver este problema pacíficamente. Proponemos reconocer el derecho de Irán a desarrollar un programa nuclear civil y también al enriquecimiento de uranio. Pero a cambio pedimos que el programa esté estrechamente controlado por el OIEA. Si lo conseguimos, se pueden levantar las sanciones contra Teherán, incluso las unilaterales. Occidente se entusiasmó demasiado con la imposición de ‘castigos’ a otros países. Con cualquier excusa hacen uso del ‘palo’ de las sanciones o las intervenciones militares. Recordemos que no estamos en el siglo XIX ni en el XX.
Otra situación no menos grave se está formando en torno al problema nuclear coreano. Pyongyang reclama abiertamente su derecho a tener armas nucleares, violando el régimen de no proliferación e incluso realizó pruebas de dos misiles. El estatus nuclear de Corea del Norte no es aceptable para nosotros. Abogamos por la desnuclearización de la península coreana por medios políticos y democráticos y exhortamos a la reanudación de las negociaciones.
Pero por lo visto, no todos nuestros socios apoyan esta actitud. Estoy seguro de que ahora debemos actuar con mucho cuidado. Son inadmisibles los intentos de someter a una prueba de resistencia al nuevo líder norcoreano, que solo provocarían medidas de respuesta poco reflexionadas.
Me gustaría recordar que Rusia y Corea del Norte son países limítrofes, y como todos sabemos, los vecinos no se eligen. Continuaremos el diálogo activo con las autoridades de este país, seguiremos desarrollando relaciones de buenos vecinos, conduciendo a Pyongyang a la solución del problema nuclear. Es evidente que será más fácil hacerlo si en la península se establece un ambiente de confianza y se reanuda el diálogo coreano.
En el contexto de las pasiones desatadas en torno a los programas nucleares de Irán y Corea del Norte uno se pregunta cómo se crean los riesgos de proliferación de armas y quién los agrava. Parece que los cada vez más frecuentes casos de injerencia e incluso intervención armada en otros países pueden provocar que algunos regímenes autoritarios (y no solo ellos) quieran obtener armas nucleares. Dicen: “Si tengo una bomba atómica nadie se atreverá a tocarme. Y los que no tienen bombas que esperen la intervención ‘humanitaria”.
Nos guste o no, es un hecho que la injerencia exterior fomenta tales planteamientos. Por eso no disminuye, sino que aumenta el número de países a punto de cruzar ‘la línea’, es decir, que están muy cerca de obtener un arma nuclear. En estas condiciones crece la importancia de las zonas libres de armas de destrucción masiva en diferentes puntos del planeta. Por iniciativa rusa, empezó la discusión para establecer los parámetros de esta zona en Oriente Próximo.
Es necesario hacer todo lo posible para que la obtención de armas nucleares no le seduzca a nadie. Para eso los propios luchadores por la no proliferación también deben cambiar su actitud, sobre todo los que están acostumbrados a castigar a otros países por medio de la fuerza militar sin dar oportunidad a la diplomacia. Es lo que pasó con Irak. Tras casi una década de ocupación, los problemas allí solo se agravaron.
Si por fin conseguimos eliminar los factores que fomentan el deseo de los países de tener armas nucleares, el régimen de la no proliferación internacional será realmente universal. Este principio permitiría que todos los países gozaran de la energía nuclear bajo el control del organismo controlador de la ONU.
Para Rusia sería muy provechoso, porque trabajamos de manera activa en los mercados internacionales, construimos nuevas plantas nucleares con tecnologías modernas y seguras, participamos en la creación de centros internacionales de enriquecimiento de uranio y de almacenamiento del combustible nuclear.
Nos preocupa también el futuro de Afganistán. Es sabido que apoyamos la operación militar como ayuda internacional a este país. Pero el contingente militar internacional encabezado por la OTAN no ha cumplido sus tareas. La amenaza terrorista y del narcotráfico no disminuye. Tras anunciar su salida de este país en 2014, EE. UU. se dedica ahora a la creación de bases militares en Afganistán y en países cercanos con objetivos poco claros y tiempos de funcionamiento no definidos. Está claro que esto no nos conviene.
Rusia tiene intereses muy claros y comprensibles en Afganistán. Es nuestro vecino y nos interesa que este país se desarrolle de manera estable y pacífica. Y lo más importante es que deje de ser una fuente de narcotráfico. El tráfico ilegal de drogas se ha convertido en una de las amenazas principales y afecta al acervo genético de muchas naciones, crea condiciones favorables para la corrupción y la delincuencia y lleva a la desestabilización de la situación en Afganistán. El año pasado la producción de drogas afganas creció casi un 40%. Rusia tiene que afrontar una verdadera agresión de heroína, una droga que hace un daño tremendo a la salud de nuestros ciudadanos.
La escala de la amenaza del tráfico de drogas afgano es tan grande que solo se puede resolver este problema con un esfuerzo global, con el apoyo de la ONU y organizaciones regionales: la OTSC, la OCS y la CEI. Estamos dispuestos a considerar la ampliación de la participación rusa en la ayuda para el pueblo afgano, pero solo si el contingente internacional en Afganistán actúa más enérgicamente, y en defensa de nuestros intereses también, dedicándose a la destrucción física de las narcoplantaciones y laboratorios clandestinos.
Es difícil predecir cómo se desarrollará la situación en Afganistán. La experiencia histórica indica que la presencia de militares extranjeros no le ayuda. Solo los afganos pueden resolver sus problemas. Yo veo que el papel de Rusia, junto con los países limítrofes, consiste en ayudar al pueblo afgano a crear una economía estable y mejorar la capacidad del Ejército nacional de combatir las amenazas terroristas y el narcotráfico. No estamos en contra de que al proceso de consolidación nacional se unan los militantes de la oposición, incluidos los talibanes. Pero solo si renuncian a métodos violentos, reconocen la Constitución del país y rompen sus vínculos con Al Qaeda y otros grupos terroristas. En general me parece posible la construcción de un Estado afgano pacífico, estable, independiente y neutral.
Un largo periodo de inestabilidad es un caldo de cultivo para el terrorismo internacional y todos reconocen que este es uno de los desafíos más peligrosos para la comunidad mundial. Quiero subrayar que las zonas que son fuente de la amenaza terrorista están más cerca de las fronteras de Rusia que de nuestros socios europeos y norteamericanos. La ONU aprobó una estrategia antiterrorista, pero parece que la lucha contra este mal no se desarrolla según un plan universal, progresivamente, sino que se convierte en reacciones a las manifestaciones de terror más brutales, cuando la sociedad está indignada hasta el límite por los ataques terroristas. El mundo civilizado no debe esperar hasta que tenga lugar una tragedia como la del 11 de septiembre de 2001 o la de Beslán para actuar de manera conjunta y decisiva.
No niego los logros de la lucha contra el terrorismo internacional. Existen. En los últimos años se ha fortalecido la colaboración entre las fuerzas especiales de distintos países. Pero la imperfección de la cooperación antiterrorista también es evidente. Hasta ahora persiste la política de doble rasero: en unos países los terroristas se perciben como ‘malos’, pero en otros como ‘no tan malos’. En el último caso, hay quienes pretenden utilizarlos en su juego político para quebrantar regímenes indeseables.
Quiero decir también que en las medidas de prevención del terrorismo deben participar todas las instituciones sociales: medios de comunicación, organizaciones religiosas, ONG, centros docentes y científicos y el mundo empresarial. Se necesita un diálogo entre confesiones y, en el sentido más general, entre civilizaciones. Rusia es un Estado multiconfesional, pero nunca tuvimos guerras religiosas. Podríamos tener algo que aportar en la discusión internacional sobre este tema.
Aumento del rol de la región Asia-Pacífico
China es un centro importantísimo de la economía global que colinda con nuestro país. Se puso de moda discutir sobre su futuro papel en la economía global y en los asuntos internacionales. El año pasado los chinos finalizaron en el segundo lugar en volumen del PIB y ya en una perspectiva cercana, según los expertos internacionales, incluidos los norteamericanos, estos índices superarán a los de EE.UU. Crece la ayuda conjunta de la República Popular de China, incluyendo la posibilidad de la proyección de fuerza en distintas regiones.
¿Cómo debemos comportarnos teniendo en cuenta el factor chino que se refuerza de forma dinámica?
Primero, estoy seguro de que el crecimiento de la economía china no es ninguna amenaza, sino un desafío que contiene un colosal potencial de colaboración de negocios, una posibilidad de atrapar “el viento chino” en las “velas” de nuestra economía. Debemos establecer de forma más activa nuevas relaciones de cooperación, compaginando las posibilidades tecnológicas e industriales de nuestros países, atrayendo con prudencia el potencial chino a los objetivos de un alza económica de Siberia y el Lejano Oriente.
Segundo, con su comportamiento en la arena mundial, China no brinda las pautas para hablar de sus aspiraciones a un dominio mundial. Es evidente que la voz china suena cada vez con mayor seguridad en el mundo y lo aplaudimos, porque Pekín comparte nuestra visión del nuevo orden mundial equitativo que se está formando. Seguiremos prestándonos ayuda en la arena mundial, solucionando los problemas regionales y globales más agudos, acrecentando la colaboración en el Consejo de Seguridad de la ONU, BRICS, La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), el G-20 y otros mecanismos multilaterales.
Tercero, tenemos cerradas todas las cuestiones políticas en las relaciones con China, incluida la principal, la fronteriza. Hemos elaborado un sólido mecanismo de relaciones bilaterales habiendo documentado las obligaciones jurídicamente. Entre la administración de ambos países se ha logrado un alto nivel de confianza sin precedentes lo que permite tanto a nosotros, como a los chinos actuar con el espíritu de una verdadera cooperación basada en el pragmatismo y teniendo en cuenta los intereses mutuos. El modelo de las relaciones ruso-chinas que se ha creado genera mucha perspectiva.
Lo mencionado, claro está, no significa que en las relaciones con China no tengamos problemas. Tienen lugar algunas asperezas. No coinciden siempre nuestras relaciones comerciales en los terceros países, tampoco nos conviene mucho la estructura de intercambio comercial que se está formando, el bajo nivel de inversiones mutuas. Estaremos atentos a los flujos migratorios desde China.
Mi idea principal es que una China próspera y estable le conviene a Rusia y, a su vez, China, seguro, necesita una Rusia fuerte y exitosa.
La India es otro gigante asiático que crece muy rápido. Rusia está relacionada con ella con nexos tradicionalmente amistosos cuyo contenido está determinado por la administración de ambos países como una cooperación estratégica privilegiada. Su fortalecimiento favorecerá no sólo a nuestros países, sino a todo un sistema policéntrico que se está formando en el mundo.
Estamos presenciando no sólo el crecimiento de China e India, sino el acrecentamiento del papel de toda la región de Asia-Pacífico. En esta relación se abren nuevos horizontes para un trabajo fructífero en el marco de la presidencia de Rusia en el OCS. En septiembre de este año recibiremos la cumbre de esta organización en Vladivostok y estamos preparándonos activamente, creamos una infraestructura moderna, lo que de por sí contribuirá al futuro desarrollo de Siberia y el Lejano Oriente, permitirá a nuestro país acoplarse aún más a los procesos dinámicos de integración en la “nueva Asia”.
Damos y daremos mucha prioridad a la colaboración con los socios del bloque BRICS. Es una estructura única creada en 2006 que demuestra el traspaso de la unipolaridad a un orden mundial más justo. Reúne a cinco países cuya población llega a casi tres mil millones de personas, con las economías en desarrollo más grandes, colosales recursos humanos y naturales, enormes mercados internos. Después de la integración de Sudáfrica, el BRICS adquirió un formato global en pleno sentido de la palabra y ahora ya le corresponde más del 25% del PIB mundial.
Todavía estamos acostumbrándonos a trabajar con un miembro más. En particular, tenemos que arreglar una coordinación más estrecha sobre el expediente de la política del exterior, trabajar de forma más estrecha en la ONU. Pero cuando el “quinteto” del BRICS se desenvuelva plenamente, su influencia en la economía y política mundial tendrá mucho peso.
Durante los últimos años de la diplomacia rusa, nuestros círculos comerciales han empezado a prestar mayor atención al desarrollo de la cooperación con los países de Asia, América Latina y África. En estas regiones sigue muy fuerte la simpatía hacia Rusia. Hay tareas claves que terminar con ellos: intensificar la colaboración comercial y económica, realizar proyectos conjuntos en el campo energético, infraestructura, inversiones, ciencia y turismo.
El creciente papel de los continentes mencionados en el sistema democrático en formación de la dirección de la economía global y financiera refleja la actividad del G-20. Considero que esta formación se convertirá pronto en un instrumento estratégico importante no sólo para reaccionar ante la crisis, sino para reformar a largo plazo la arquitectura mundial financiera y económica. Rusia presidirá el G-20 en 2013. Sin duda tenemos que aprovechar las funciones presidenciales para reforzar la unión del funcionamiento del grupo con otras estructuras multilaterales, ante todo con el G-8 y claro está con la ONU.
Factor europeo
Rusia es una parte inseparable y orgánica de Europa. Nuestros ciudadanos se sienten europeos. Por eso nos interesa que es lo que ocurre en la Unión Europea.
Es por eso que Rusia propone avanzar hacia la creación de un espacio unido económico y humano desde el Atlántico hasta el Pacífico, que sería una comunidad denominada por los expertos rusos como la “Unión de Europa”, que fortalecerá las posibilidades y posiciones de Rusia en su enfoque económico hacia a la “ Nueva Asia”.
Las perturbaciones financieras y económicas en Europa, que antes era un oasis de estabilidad y orden, se perciben de forma muy aguda mientras se observa el crecimiento de China, India y otras economías nuevas. Los intereses de Rusia quedaron afectados con la crisis en la eurozona antes que nada teniendo en cuenta que la UE es nuestro mayor socio en la economía exterior y el comercio. Es evidente que de la situación europea dependen las perspectivas del desarrollo de toda la construcción global económica.
Rusia participa activamente en las medidas internacionales para apoyar a las economías europeas afectadas, toma parte consecutivamente en la elaboración de soluciones colectivas del Banco Mundial. No descartamos la posibilidad de prestar ayuda financiera directa en algunos casos.
Al mismo tiempo, considero que las inyecciones financieras externas podrán solucionar el problema sólo en parte. Para corregir plenamente la situación se necesitan medidas enérgicas de carácter sistemático. Ante los dirigentes europeos se plantea la tarea de realizar modificaciones de gran escala que garanticen una verdadera disciplina presupuestaria. Estamos interesados en la Unión Europea fuerte como ya lo saben, por ejemplo, Alemania y Francia. Y también estamos interesados en desarrollar el potencial que existe en la sociedad entre Rusia y la UE.
El nivel de hoy de colaboración entre Rusia y la Unión Europea al fin y al cabo no corresponde a los desafíos globales, antes que nada en lo que se refiere a la elevación de la competitividad de nuestro continente común. Vuelvo a proponer que trabajemos a favor de la creación de una comunidad armónica de economías de Lisboa a Vladivostok. Y en el futuro formar una zona de comercio libre o hasta mecanismos más avanzados de integración económica. Entonces obtendremos un mercado común continental valorado en miles de millones de euros. ¿Quién puede dudar de que esto pueda ser estupendo y corresponder a los intereses de los rusos y europeos?
Hay que pensar en una cooperación más profunda en el campo energético, incluida la creación de un complejo energético unido de Europa. La construcción de los gasoductos de “Northstream” en el mar Báltico y “Southstream” en el mar Negro es un paso importante en esta dirección. Estos proyectos han sido apoyados por los gobiernos de muchos países. En ellos participan las mayores empresas energéticas europeas. Después de que empiecen a funcionar plenamente, Europa recibirá un sistema seguro y flexible de suministro de gas que no dependerá de los caprichos políticos y hará que la seguridad energética del continente no sea formal sino real. Este hecho es aún más actual teniendo en cuenta la decisión de algunos estados europeos de reducir o desistir del uso de la energía nuclear.
Diré con sinceridad que el “Tercer paquete energético” que fue presionado por la Comisión Europea y dedicado a dejar fuera a las compañías integradas rusas no favorece al fortalecimiento de nuestras relaciones. Pero al mismo tiempo, además agudiza los riesgos sistemáticos para la energía europea, teniendo en cuenta la creciente inestabilidad de los suministradores alternativos (aparte de Rusia) de los recursos energéticos, y espanta a los potenciales inversionistas en los nuevos proyectos de infraestructura. Muchos políticos europeos critican “el paquete” en las conversaciones conmigo. Hay que armarse de valor y quitar este obstáculo en el camino de la colaboración mutuamente ventajosa.
Considero que una verdadera cooperación entre Rusia y la Unión Europea es imposible mientras haya impedimentos que obstaculicen los contactos humanos y económicos y, en primer lugar, el régimen de visado. La cancelación de éste impulsaría una verdadera integración entre Rusia y la UE, contribuiría a una ampliación de relaciones culturales y de negocios, sobre todo entre las medianas y pequeñas empresas. Las amenazas para los europeos por parte de los así denominados migrantes de Rusia en su mayoría son inventados. Nuestra gente tiene dónde aplicar sus fuerzas y capacidades en su propio país y estas posibilidades aumentan cada día.
En diciembre del 2011 acordamos con la UE dar “pasos conjuntos” hacia un régimen sin visado. Se puede realizarlos y hay que hacerlos sin perder el tiempo. Tengo en cuenta que hay que encargarse de este asunto de una manera más activa.
Asuntos ruso-norteamericanos
Se ha hecho mucho durante los últimos años para el desarrollo de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos. No obstante, no se ha logrado todavía alcanzar el cambio fundamental de la matriz de estas relaciones: siguen sometidas a mareas altas o bajas. Esta inestabilidad de la cooperación con Estados Unidos es, en parte, consecuencia de las famosas fobias y estereotipos. Un ejemplo claro es cómo perciben a Rusia en la Casa Blanca. Pero el mayor problema es que el diálogo político bilateral y la colaboración no se basan en un cimiento económico sólido. El volumen del comercio no corresponde al potencial de las economías de nuestros países. Lo mismo pasa con las inversiones mutuas. De esta manera, no se ha creado una red de seguro, o sea un sistema que cuidará de nuestras relaciones de diferentes altibajos. Hay que trabajar en esta dirección.
Tampoco favorecen al afianzamiento de la comprensión mutua las tentativas permanentes estadounidenses de aplicar la “ingeniería política”, incluidas las regiones tradicionalmente importantes para nosotros y las campañas electorales en Rusia.
Reitero que la idea norteamericana de crear el Escudo de defensa antimisil en Europa despierta recelos justificados. ¿Por qué nos preocupa este sistema más que los demás? Porque afecta las fuerzas de contención estratégica nuclear que tiene sólo Rusia en este escenario e infringe un balance político-militar que está establecido durante decenas de años.
Una unión inseparable entre el Escudo de defensa antimisil y el armamento estratégico ofensivo se refleja en el nuevo Tratado START firmado en el 2010. El Tratado entró en vigor y funciona bien. Es un gran logro en la política exterior. Estamos preparados para estudiar diferentes variantes de lo que puede componer nuestro orden del día conjunto con Estados Unidos para controlar el armamento durante el próximo periodo. Una regla inviolable será el balance de intereses, una posibilidad de desistir de las tentativas de ganar ventajas unilaterales a través de las negociaciones.
Recordemos en el año 2007, en el encuentro con Bush en Kennebunkport le propuse la solución del problema del Escudo de defensa antimisiles que de haber sido aprobado, habría cambiado el carácter de las relaciones ruso-norteamericanas, habría trasladado la situación a un cauce positivo. Es más, si entonces hubiéramos logrado solucionar esta cuestión, literalmente se habrían abierto las compuertas para elaborar un modelo calificativamente nuevo también en muchas otras esferas sensibles.
No se pudo. Sería útil sacar los archivos de las negociaciones en Kennebunkport. Los últimos años la administración rusa ha hecho otras propuestas para ponerse de acuerdo sobre el Escudo de defensa antimisil. Todos están en vigor.
En todo caso, no me gustaría acabar con la posibilidad de encontrar soluciones alternativas al problema del Escudo. No quisiera que el sistema estadounidense alcanzara tal magnitud que se precise aplicar nuestras medidas de contra reacción.
Hace poco he conversado con G. Kissinger. Con él nos vemos de forma regular. Y comparto la tesis de este gran profesional de que en los periodos de gran turbulencia internacional, se requiere sobre todo la colaboración basada en la confianza entre Moscú y Washington.
En general, en las relaciones con EE.UU. teníamos pensado en ir verdaderamente lejos, alcanzar un logro en nuestras relaciones, pero siempre y cuando los norteamericanos se rijan por principios de cooperación equitativa y de respeto mutuo.
La diplomacia económica
En diciembre del año pasado finalizó por fin el maratón que había durado muchos años hacia la integración de Rusia en la Organización Mundial de Comercio. Quiero recalcar que en el trayecto final la administración de Obama al igual que muchos otros estados europeos han contribuido activamente al logro de los acuerdos finales.
Seré sincero, en este trayecto largo y espinoso a veces se quería “dar un portazo” y acabar con las negociaciones. Pero no nos dejamos llevar por las emociones. Al final se logró un compromiso que favorece a nuestro país, se logró garantizar los intereses de los empresarios rusos teniendo en cuenta la futura competencia desde afuera. Nuestros operadores económicos reciben posibilidades complementarias significativas para salir a mercados internacionales y proteger allí de forma civilizada sus derechos. En eso veo el principal resultado y no en el símbolo de la integración de Rusia en el “club” mundial del comercio.
Rusia cumplirá con las normas de la OMC como con las demás obligaciones internacionales. Espero que nuestros socios también lo hagan. De paso quiero recalcar que ya hemos trasladado los principios de la OMC a la base de derechos del espacio económico común de Rusia, Bielorrusia y Kazajistán.
Si se trata de analizar cómo avanzamos en nuestros intereses económicos en la arena internacional, resulta claro que apenas estamos aprendiendo a hacerlo sistemáticamente y consecutivamente. Todavía nos falta conocimiento para promover decisiones convenientes a Rusia en los espacios del comercio exterior, como lo hacen muchos socios de occidente.
Las tareas en esta dirección consisten en garantizar a Rusia posiciones equitativas en el sistema de relaciones comerciales, reducir al mínimo los riesgos que surgen durante el proceso de integración en la economía mundial, incluida la mencionada integración en la OMC y la próxima integración en la Organización de la Cooperación y Desarrollo económicos.
Nos hace falta como el aire una salida más amplia a los mercados exteriores. Por ahora no se les da mucho respeto a los operadores económicos rusos en el exterior. Se toman en contra de ellos diferentes medidas de restricción políticas y comerciales, edifican barreras técnicas que los ponen en una posición desfavorecida con respecto a sus competidores.
El mismo cuadro se puede observar con las inversiones. Tratamos de atraer a la economía rusa los capitales extranjeros, abrimos para ellos las esferas más atractivas, dándoles acceso a verdaderamente “buenos bocados”, como lo es el complejo energético de combustible. Mientras que a nuestros inversionistas no les dan la bienvenida en el exterior y a menudo los hacen a un lado.
Los ejemplos se encuentran a cada paso. La historia con la empresa automotriz alemana “Opel” que los inversionistas rusos nunca pudieron adquirir, a pesar de que el negocio estaba aprobado por el gobierno y los sindicatos también lo percibían positivamente. O cuando a los negocios rusos que invirtieron muchos recursos en los activos extranjeros no le dan derechos que corresponden a los inversionistas. Estas situaciones se dan, sobre todo, con frecuencia en Europa Central y del Este.
Todo eso conlleva a reforzar el acompañamiento político y diplomático de los empresarios rusos en los mercados exteriores, prestar apoyo más fuerte a los proyectos grandes o de mucha importancia. Sin olvidarse de que Rusia puede responder con las mismas medidas en referencia a los que recurren a estos métodos de competencia injusta.
El Gobierno y los empresarios deberían coordinar mejor sus esfuerzos en la dirección del comercio exterior, promover con mayor intensidad los intereses del negocio ruso, ayudarle a descubrir mercados nuevos.
Quiero prestar su atención en el factor que determina el papel y el lugar de Rusia en la situación política y económica tanto actual como futura: es el enorme territorio de nuestro país. Ahora ya no ocupamos la sexta parte de la tierra, no obstante La Federación de Rusia es el estado más grande en el mundo con una riquísima base de recursos sin igual en el mundo. Tengo en cuenta no solo al petróleo y al gas, sino también bosques, tierras, reservas de agua dulce.
O sea, el territorio de Rusia es una fuente de su potencial fuerza. Antes los enormes espacios enormes servían para nuestro país como freno para las agresiones externas. Ahora, aplicando una estrategia económica correcta, pueden convertirse en una importantísima base para elevar su competitividad.
Quiero recordar, en particular, el creciente déficit de agua potable en el mundo. Ya se puede predecir que en un futuro no muy lejano se competirá por las reservas acuáticas, por la posibilidad de producir la mercancía que contiene agua. En nuestras manos tenemos una carta importante. Nuestro país se da cuenta que esta riqueza hay que aprovecharla con mesura.
El apoyo de los compatriotas y dimensión humanitaria
El respeto a un país está determinado por su capacidad de defender los derechos de sus ciudadanos y compatriotas al extranjero. Es importante que nunca olvidemos de los intereses de millones de los compatriotas que viven en el extranjero y los ciudadanos que salen de vacaciones al extranjero y que van a las comisiones de servicio. Hay que subrayar: El Ministerio de Extranjeros Ruso y todas las represtaciones diplomáticas y consulares tienen que prestar su ayuda y apoyo a los compatriotas las veinticuatro horas. La reacción por parte de los diplomáticos a los problemas que surjan entre nuestros compatriotas y las autoridades locales, incidentes y accidentes, averías de transporte y demás etcéteras, tiene que ser inmediata sin esperar a que los medios de comunicación comiencen a alarmarse.
Vamos a estar solicitando que los gobiernos de Letonia y Estonia cumplan con las recomendaciones de las organizaciones competentes respecto a la observación de los derechos reconocidos por todos de las minorías nacionales. Además, no es posible conformarse con que uno de cada seis ciudadanos de Letonia y uno de cada trece ciudadanos de Estonia estén privados de sus derechos fundamentales políticos, electorales, social económicos y también de la oportunidad de usar la lengua rusa libremente, como si no fueran ciudadanos.
Así, por ejemplo, hace unos días en Letonia tuvo lugar un referéndum sobre el estatuto de la lengua rusa en este país, que demostró con evidencia a la comunidad internacional lo agudo del problema. Es que más de 300 de los “no ciudadanos” se les prohibió participar en la consulta. Y para colmo, la Junta electoral ha rechazado darle a las delegaciones de la Cámara Social el estatuto de observadores en el referéndum. Es poco probable que nos convenga la manera de cómo es utilizado el problema de los derechos humanos en el contexto internacional.
Lo primero es que EE.UU. y otros países occidentales tratan de usurpar los expedientes de defensa de derechos, politizarlos completamente y usarlos como el método de presión. No toleran la crítica, la perciben con mucha susceptibilidad. Lo segundo es que los objetos para el monitoreo de defensa de derechos son elegidos selectivamente, no según los criterios universales, sino de acuerdo con criterios de los países que han “privatizado” este expediente.
Rusia no siente la falta de objetividad, prejuicio y agresividad de las críticas que a veces atraviesan todas las fronteras. Cuando nos apuntan nuestras faltas con razón, podemos solo tomarlo en cuenta y hacer las conclusiones necesarias. Pero cuando nos critican infundadamente, intentando influir en la posición de los ciudadanos sobre el gobierno, así como la situación interina en Rusia, entiendes que no son los elevados principios morales y democráticos que están bajo esto.
El ámbito de los derechos humanos no se puede dar en arriendo. Rusia es una democracia muy joven. Y a menudo somos muy tímidos, compadeciendo el amor propio de nuestros compañeros más experimentados. Pero tenemos algo para decirles: desde el punto de vista de la observación de los derechos humanos y el respeto de las libertades fundamentales, nadie es perfecto. Incluso en las democracias antiguas podemos encontrar violaciones muy serias y no tenemos que cerrar los ojos ante esto. Claro que tal trabajo no tendrá que llevarse a cabo en base al principio “quién lo diría”.
El ministerio de Exteriores Ruso ha publicado el fin del año pasado su primer informe “Sobre la situación de los derechos humanos en varios países del mundo”. Creo que hay que ser más activos en este ámbito. Incluso para contribuir a una cooperación más amplia y equitativa en todo el espectro de los problemas humanitarias, adelantamiento de los principios básicos de democracia y de los derechos humanos.
A propósito, lo dicho es sólo una parte del acompañamiento de la información y de propaganda de nuestra actividad diplomática y de política exterior, formación de la imagen real de Rusia en el extranjero. Hay que reconocer que no tenemos éxito en este ámbito. En el sector de información a menudo nos ganan. Es otra cuestión de muchos aspectos, de la que tenemos que encargarnos seriamente.
Rusia heredó una gran cultura, reconocida por países occidentales así como por países orientales. Pero todavía estamos invirtiendo poco en las industrias culturales, en su promoción en el mercado global. El renacimiento del interés mundial sobre el ámbito de las ideas, cultura que se manifiesta en la inclusión de las sociedades y economías en la red de información global, da oportunidades extras a Rusia con sus talentos probados en el sector de la producción de los valores culturales.
En Rusia existe una oportunidad no sólo para conservar su cultura, sino también para usarla como un factor muy potente para la promoción en los mercados globales. El espacio de habla rusa está integrado por casi todos los países que antes integraban la URSS y una parte considerable de la Europa Oriental. No se trata de un imperio, sino de la promoción cultural, no se trata de cañones ni de la importación de regimenes políticos, sino de la exportación de la educación y de la cultura. Esto ayudará a crear condiciones apropiadas para los bienes, servicios e ideas rusas.
Tenemos que aumentar varias veces la presencia educativa y cultural en el mundo y además, aumentarlo considerablemente en los países donde una parte de la población habla ruso o entiende ruso.
También es necesario que discutir seriamente de qué manera podemos usar con mayor eficacia la celebración de los grandes eventos para que perciban a Rusia objetivamente. Estos eventos son: el encuentro de alto nivel del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en 2012, la reunión del G20 Y G8 en 2013 y 2014, y la universiada en Kazan en 2013, los juegos olímpicos en 2014, el campeonato mundial de hockey sobre hielo y fútbol en 2016 y 2018 respectivamente.
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Rusia tiene intención garantizar en adelante su seguridad y los intereses nacionales mediante la participación activa y constructiva en la política mundial en la resolución de los problemas globales y regionales. Estamos preparados para la colaboración eficiente, mutuamente ventajosa, así como para el diálogo abierto con todos los compañeros extranjeros. Tendemos a entender y tomar en cuenta los intereses de nuestros compañeros y también pedimos que respeten los nuestros.