Poco antes de la cumbre del G8, prevista a celebrarse en la ciudad norteamericana de Chicago entre 18 y 19 de mayo, dónde ya se están reuniendo miles de manifestantes, EE. UU. ha anunciado que el evento se trasladará al complejo presidencial de Camp David, situado en un área recreativa a las afueras de Washington.
Se trata de un anuncio repentino y un cambio de lugar inusual para un evento a nivel internacional, programado con mucha antelación. Con él, Chicago quedará como sede sólo de la cumbre de líderes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), prevista para los días 20 y 21 de mayo.
Sin embargo, en los últimos años las reuniones de los líderes mundiales se han convertido en una de las principales plataformas para grandes manifestaciones de grupos de izquierda y antiglobalización, que a veces se tornan violentas, por lo que los costos de seguridad se han convertido en un verdadero dolor de cabeza para las autoridades norteamericanas.
De esta manera, Camp David permitirá a la Casa Blanca tener un mayor control del evento, debido al restringido acceso a ese retiro presidencial.
Washington se justifica
El portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, Tommy Vietor, aseguró por su parte, que la seguridad y la posibilidad de multitudinarias protestas no fueron factores en la decisión tomada, y que la retirada residencia rústica, ubicada en las montañas, permitirá discusiones más íntimas entre los líderes mundiales.
El vocero presidencial Jay Carney informó, a su vez, que el cambio se debe al deseo del presidente Barack Obama "de facilitar una discusión libre" sobre la amplia agenda de temas económicos, políticos y de seguridad que se abordarán.
Construido en 1942 bajo el mandato del presidente Franklin Roosevelt, Camp David fue sede de numerosas conferencias y negociaciones internacionales. En caso de ser aprobado próximamente un nuevo proyecto de ley, elaborado por el Congreso norteamericano, la entrada ilegal en su terreno representará un delito federal.