Líbano: ¿diferencias locales o nuevo foco de violencia?

Ante la violencia en Siria, los conflictos en el vecino Líbano han aflorado. En la libanesa ciudad de Trípoli los islamistas alzan la voz en medio de las confrontaciones religiosas.

El malecón ubicado a 7 kilómetros de la capital del Líbano da a la gente espacio para hacer gimnasia y entrenarse. No sólo se trata del lugar favorito de los libaneses para salir a trotar, sino que para muchos también es el símbolo de una vida democrática en marcha.

La oportunidad para las mujeres de hacer deporte en las calles puede parecer un pequeño logro comparado con otras necesidades más importantes, pero para Susan tiene que ver con un nuevo modo de vivir. Nacida en Arabia Saudita esta mujer nunca pudo vestirse con ropa deportiva allá ni pasear por las calles con su novio.

“La libertad no consiste tan solo en poder protestar en las plazas, también es vivir la vida que quieres y compartirla con la gente que quieres”, dice.

No obstante, en la Trípoli de Líbano tal como ocurrió en la capital de Libia, una ola de violencia revolucionaria está a punto de hacer mella en el ambiente. Con la frontera de Siria apenas a media hora de distancia, la tensión ya puede palparse en el aire.

Allí ya se registraron enfrentamientos que dejaron dos muertos, lo que tiene a la población atemorizada y pendiente de posibles enfrentamientos religiosos, pues en esta ciudad libanesa residen dos grandes grupos del Islam: alauitas y sunitas.

Algunos residentes están de acuerdo con los ideales democráticos promovidos por Occidente en la región y recolectan dinero para erigir un memorial improvisado en honor estas naciones 'defensoras'; pero otros piensan que a las potencias occidentales no le interesa promover la verdadera democracia ne la zona.

“La libertad es un eufemismo para los intereses estadounidenses. No se preocupan por la democracia y los derechos humanos”, dice uno de ellos.

Democracia desechable

Pocos se atreven a objetar que la democracia es un ideal humano, sobre todo cuando la llamada 'primavera árabe' la utilizó como bandera y más cuando a muchos de esos países les costó su propia libertad optar por ella.

Por ejemplo Egipto, cuyas mujeres musulmanas vieron cómo cuando los islamistas asumieron el poder solo impusieron la sharia y las obligaron a cubrirse el rostro para evitar ser acosadas. O Libia, donde la milicia ahora quiere controlar no solo el futuro sino también el pasado y a aquellos que defindan el régimen del derrocado líder Muammar Gaddafi les cuesta la vida.
 
“Podemos mirar las consecuencias de la 'primavera árabe' en términos de la llamada democracia. Se trata de una catástrofe tal como se sabía desde el inicio, porque si vas a Egipto o a Libia hay bandas armadas por todas partes. En el Consejo Nacional de Transición se están matando unos a otros y la anarquía y el caos es total”, opina el investigador William Engdahl.

Y en Siria, donde las muertes de miles de civiles son atribuidas al gobierno de Bashar al-Assad y los ataques rebeldes sacuden la capital, enviar a los niños a la escuela o acudir a laborar implica el peligro de volver y encontrar las casas destruidas. Estos son los problemas cotidianos de los sirios, más allá de su posición política. 

Para Occidente instar a la democracia en los países árabes puede ser una bandera 'desechable', un proyecto que se olvida rápidamente. Pero para naciones como Líbano, la libertad real comienza a considerarse como una pequeña planta: necesita tiempo y dedicación para crecer.