El número de estadounidenses que renuncian a su nacionalidad se multiplicó por siete en los últimos cuatro años.
Esta cifra ha crecido considerablemente desde que en 2009 se inició una persecución directa contra los evasores con cuentas en el banco suizo UBS, a raíz de la auto confesión del ya ex banquero Bradley Birkenfeld, que ante autoridades de EE. UU. confirmó la existencia de un sistema de evasión a gran escala auspiciado por el banco 'número uno' de Suiza.
Se estima que cerca de 1.780 expatriados renunciaron a su nacionalidad en embajadas de EE. UU. el año pasado. Una cantidad elevada comparada con los 235 que hicieron lo mismo en 2008, informa Andy Sundberg, secretario de la Academia Americana de Ultramar de Ginebra, según el sitio web Bloomerg.
Las cifras más altas se presentan en Suiza, donde los expatriados estadounidenses esperan un mayor escrutinio de sus asuntos después del caso UBS, afirmó el presidente de la Cámara Suizo-Americana de Comercio en Zúrich, Martin Naville.
En la embajada en Berna, la capital suiza, al personal se le acumula el trabajo mientras los estadounidenses continúan entregando sus pasaportes.
EE. UU., el único país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que obliga a sus ciudadanos a pagar impuestos independientemente de dónde residan, busca a evasores de impuestos en paraísos fiscales como Suiza en un esfuerzo por parte del Gobierno por frenar el déficit presupuestario.
No obstante, la organización suiza American Citizens Abroad, que demanda que la tributación sea en base a la residencia y no a la nacionalidad, dijo que el Gobierno no siempre distingue entre los evasores de impuestos con cuentas en el extranjero y los ciudadanos que requieren los servicios de la banca extranjera.
Debido a todos estos factores, a los que se suman las exigentes normativas de revelación de activos bajo la ley de EE. UU., unos seis millones de estadounidenses fuera de su país están sopesando el costo de mantener su pasaporte. Especialmente los más adinerados que residen en Suiza y no pueden beneficiarse de la ventaja que supone la ausencia de un impuesto sobre las ganancias de capital en el país alpino o de las deducciones fiscales permitidas por los planes de jubilación.