En vísperas de las elecciones en EE. UU. el presidente Barack Obama ha prometido que en su segundo mandato impulsará la reforma migratoria y firmará el polémico proyecto 'Dream Act'. No obstante, sus declaraciones parecen irónicas a los votantes hispanos que le reprochan haber deportado a miles de personas y haber incumplido la misma promesa, hecha en 2008.
Para recuperar la confianza de esta comunidad, en el marco de la reunión con votantes hispanos celebrada en la Casa Blanca, el presidente norteamericano ha asegurado que promoverá la reforma que permita a los hijos de los trabajadores inmigrantes, aunque estén en situación irregular, conseguir la nacionalidad estadounidense.
"Quiero firmar el ‘Dream Act’. Ya tengo los bolígrafos preparados para hacerlo", ha declarado Obama, apuntando que va a “trabajar con cualquiera que sea serio para conseguir una reforma migratoria con el apoyo de los dos partidos políticos para solucionar este desafío de una vez por todas".
Escepticismo hispano
No obstante, la mayoría de los ciudadanos hispanos, que contribuyeron a la victoria de Barack Obama en las presidenciales del 2008, se sienten muy decepcionados con el presidente, sobre todo por considerar que se han convertido en el 'chivo expiatorio' de su política migratoria.
La reforma migratoria es la piedra angular para la comunidad latina, uno de los colectivos clave en los comicios, dado que las principales batallas electorales se prevén en los estados de Florida, Arizona, Colorado y Virginia, que cuentan con una importante presencia de inmigrantes procedentes del hemisferio sur del continente americano.
Ya pasaron más de tres años desde que Obama asumiera las riendas de EE. UU. y todavía no hay rastro de la reforma conocida como 'Dream Act', una promesa hecha en campaña con el objetivo de conseguir el voto latino. Cada vez son más las familias de inmigrantes que pierden a alguno de sus miembros debido a las deportaciones masivas, que se han convertido en la nueva política migratoria estadounidense.
EE. UU. deportó en 2011 a casi 400.000 inmigrantes (la mayoría de ellos sin antecedentes penales y con familiares en el país), la cifra más alta en la historia del Servicio de Inmigración y Aduanas.