Esta tendencia se refleja en los arrestos en México de 46 jefas del narco en un año y también en las 2.100 mexicanas detenidas por narcotráfico en EE. UU. en una década.
Esa realidad es descripta en el nuevo libro 'Las jefas del narco', coordinado por el investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa Arturo Santamaría Gómez, quien reúne trabajos de varios periodistas e investigadores e incluye entrevistas a algunas de las 'narcobaronesas'.
Avanzan las 'narcobaronesas'
El libro analiza la 'guerra' lanzada en México por el Gobierno de Felipe Calderón hace cinco años contra los narcotraficantes, que está propiciando que las mujeres avancen a los puestos de conducción dentro de los grupos de delincuencia organizada tras las muertes de sus maridos, hermanos y padres.
"Ya mataron a mi padre, quedó mi hermano, pero él murió en la última balacera y hoy sigo yo al frente", dice una de las 'narcobaronesas'.
Desde el inicio en 2006 en México, cuando comenzó la ofensiva contra el crimen organizado con la participación del Ejército, murieron en enfrentamientos aproximadamente 50.000 personas, en su mayoría hombres.
"El grueso de los muertos son narcos y hombres", escribe Santamaría. Eso "provocó un relevo obligatorio" en los cárteles de drogas. Por un lado, tuvieron que echar mano de los jóvenes. Y, por otra parte, "también dentro de las mismas familias de los hombres narcos, las esposas, las hijas, las amantes, las novias", explica el investigador.
La presencia de la mujer dentro del mundo de los cárteles de la droga es cada vez mayor, y esto "va a fortalecer al narcotráfico, va a hacer más difícil combatirlo, porque pareciera que lo están haciendo con más inteligencia", advierte Santamaría.
Una 'actividad delicada'
En el estado de Sinaloa, considerado como 'la cuna' de los principales capos mexicanos, muchas chicas convivieron con el narcotráfico casi desde que nacieron: las involucran en la producción de drogas desde la niñez.
Las muchachas empezaron a extraer goma de la amapola, un trabajo fino que requiere paciencia y delicadeza. Después comenzaron a transportar la droga, a lavar dinero, abriendo pequeños comercios o comprando casas, o como "diplomáticas del narcotráfico", llevando mensajes o sobornando a las autoridades, aprovechando su belleza, relata Santamaría. Además, los cárteles contratan a las mujeres como sicarios, agrega.
"Después empezaron a meterse en la operación. Todo este proceso las fue llevando a conocer más y a dirigir a hombres, operaciones, traslados... Y de ahí a convertirse en jefas de todas las operaciones", explica Santamaría.
Ellas "disparan menos"
El investigador señala que "las mujeres prefieren disparar menos que los hombres". Asimismo, ellas "son muy perseverantes: como tienen que demostrar más que los hombres, eso las hace más constantes", indica Santamaría. "Quizá lo que las haga más cautelosas es que son madres de familia”, subraya.
Los Zetas, el cártel dominante en el oeste del país, formado hace más de una década por exefectivos de las fuerzas especiales mexicanas, son “quienes más han incorporado mujeres como sicarios”, porque es una estructura basada principalmente en nexos familiares, añade Santamaría.