“Nosotros vemos esta acción como agresión contra la soberanía del país. Porque cada Estado tiene su soberanía. Nadie, que se respete, acepta que un país vecino le meta una radiodifusión que quiera”, afirma Carlos Matínez Albuerne, director general de la Agencia de Control del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones.
La televisión Martí pertenece al Gobierno estadounidense y su señal se difunde vía satélite. Además, durante dos horas al día se emite desde una aeronave en pleno vuelo con el fin de ampliar su alcance. Aparte del canal de televisión, este servicio estatal dispone de una emisora de radio, al igual que de una página web en la que se publica lo más destacado de la programación. Mientras que los ejecutivos de la empresa afirman que su objetivo es ofrecer a los isleños una información alternativa, algunos especialistas en comunicaciones consideran que la meta es otra: derrocar al Gobierno del país antillano.
El presupuesto anual del consorcio norteamericano que dirige el canal es de unos 30 millones de dólares. Pero a pesar de estos cuantiosos gastos, según unas estimaciones hechas desde EE. UU., las emisiones llegan tan sólo hasta el 2% de la población cubana. Para algunos, se trata de un caso claro en el que un país no escatima en gastos para alcanzar sus objetivos ideológicos.
Toda una tradición de "lucha" en las ondas
Aunque la emisora de radio Martí se lanzó en 1985, la irrupción norteamericana en el espacio informativo de la nación vecina empezó mucho antes: la guerra mediática entre Washington y La Habana cuenta con más de cincuenta años de historia. Según Carlos Matínez Albuerne, la propaganda de este tipo comenzó al triunfar la revolución en Cuba: “Había una estación de la CIA que se llamaba Radio Swan. Decían 'Bueno, están atacando por tal lado, se están rindiendo los cubanos, se están pasando a las filas de brigadas mercenarias”. Todo mentira. Eso se sabe y la vida lo demostró.”
Mientras en el ámbito económico la isla se enfrenta a un gran déficit a causa del bloqueo, el flujo de producción mediática es incluso excesivo. Hoy en día el país norteamericano emite más de 2.000 horas semanales a este territorio caribeño, algo que para el Gobierno cubano es una clara muestra de que no hay lugar para treguas en esta larga batalla en las ondas.