En febrero en la base aérea de Bagram los militares norteamericanos quemaron libros religiosos, entre los que había decenas de ejemplares del Corán, el libro sagrado de los musulmanes. El incidente provocó un tremendo descontento en el mundo musulmán y aun más deterioro en las relaciones entre EE. UU. y Afganistán. En aquel entonces el presidente Obama y el secretario de Defensa, Leon Panetta, se disculparon por la conducta de los militares. Cuando el incidente salió a la luz, el Pentágono inició una investigación.
"Se acabó la investigación del caso. El jefe del Comando Central de EE. UU., el general James Mattis, revisó las conclusiones e hizo recomendaciones referentes a algunos soldados", dijo a los periodistas Kirby y agregó que se trata de un castigo disciplinario.
Entre tanto, el representante del Pentágono se negó a revelar los nombres de los soldados que serán castigados, tampoco precisó el tipo de acción disciplinaria que le espera a estas personas. De la profanación del Corán fueron acusados seis soldados, entre ellos oficiales.
"Cada dependencia va a cumplir las recomendaciones (de Mattis). Ellos mismos van a determinar los procedimientos”, anunció Kirby.
Según los materiales de la investigación que llevó a cabo el Pentágono, los libros fueron incautados a los reclusos en la prisión de Kandahar ante las sospechas de que pasaran mensajes cifrados a través de estos libros. Después de un tiempo la dirección decidió eliminar toda la literatura confiscada sin verificar su contenido. Cuando el personal de la base con ayuda de los soldados afganos comenzó a quemar los libros, uno de los afganos saltó sobre el fuego para salvar las copias del libro sagrado. Después de eso los soldados apagaron las llamas con extintores y empezaron la inspección de la literatura.