Una de las estrategias fue sustituir el papel por la distribución por vía digital de documentos, o el uso de materiales biodegradables, como los vasos, que fueron fabricados con residuos vegetales de caña de azúcar o de maíz. También fueron distribuidas botellas portátiles y reutilizables para reducir el consumo de vasos.
No obstante, el volumen de desechos resultó demasiado abultado. Por ese motivo, el coordinador de sostenibilidad de la Río+20, el biólogo Francisco Nilson, explicó que la experiencia adquirida será tenida en cuenta para futuros eventos multitudinarios.
Una cumbre con pocas vistas
Al terminar la cumbre Río+20 dedicada a los problemas medioambientales, muchos se sienten desilusionados y expresan abiertamente su descontento con los resultados obtenidos. Greenpeace, por ejemplo, cree que la cumbre "pasará a la historia por la falta de ambición de los Gobiernos participantes, y por sus buenas palabras vacías de contenido".
Organizaciones no gubernamentales llegaron a decir que la conferencia arrojó resultados por debajo de lo esperado. Por otro lado, el presidente de la organización ambientalista World Resource Institute, Manish Bapna, opina que “el texto acordado simplemente no tiene la fuerza para hacer frente a los desafíos ambientales y de desarrollo de nuestro tiempo”.
En términos más contundentes se expresó el presidente de Ecuador, Rafael Correa: "la reunión fue un fracaso, el documento final fue lírico, no hay concreciones, no hay compromisos concretos, medibles, controlables, así que todo seguirá igual". Correa también indicó que las responsabilidades en el impacto ambiental son "comunes pero diferenciadas", subrayando el hecho de que el problema "no es técnico sino político".
Ecuador comunicó al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, su "profunda frustración" con Río+20, dado que esperaban "un documento mucho más audaz". A lo que Ban respondió que la declaración de Río es un "buen" documento y que "lo más importante no son las palabras, sino la implementación de los principios".