Sweida está habitada por drusos, una minoría religiosa de carácter islámico con elementos de otras grandes religiones. Su tolerancia resultó ser su mejor receta para la paz.
“Ser diferente es el derecho básico garantizado por la humanidad. En Sweida hay gente de diferentes opiniones políticas. Aquí hay quienes están en contra del Gobierno pero también está en contra de la violencia”, explica el ex parlamentario Samer Hassoun.
Desde que empezó el conflicto, la vida en esta sureña urbe siria “es animada como siempre. Nada ha cambiado”, asegura Souad Abu Aad, una residente de la ciudad.
No hay puestos de control del ejército en las calles ni rebeldes francotiradores en los tejados. Los comercios son menos exitosos que lo habitual, pero la situación permite incluso iniciar un nuevo negocio.
“La vida debe continuar, la gente tiene que trabajar y aceptarse mutuamente. Y la hotelería es un tipo de negocio donde uno tiene que aceptar otras culturas”, sostiene Samer Zaour, quien abrió un nuevo hotel en Sweida hace solo un par de semanas.
Mientras que el resto de Siria se reúne para funerales, en Sweida las bodas siguen siendo el evento público más común. “Estamos acostumbrados a ver gente diferente y aprendimos a aceptar a todo el mundo. Es lo que necesita Siria. Ambos lados tienen que dejar de matar y empezar a dialogar”, opinan los recién casados Munif al Jbare y Shuruk Makllad soñando con una vida pacífica en Siria para su joven familia.