“La atmósfera aquí es muy mala. En Siria uno muere rápido. Pero aquí estamos experimentando una muerte lenta. Ahora desearía no haber abandonado nunca mi casa para llegar acá”, dice uno de los refugiados sirios.
Al menos mil personas cruzan la frontera con Jordania a diario, escapando de la violencia que vive Siria. Para llegar hasta una zona segura, deben caminar durante varios días. Los refugiados son recibidos por los policías, quienes les acompañan en su travesía hacia este campamento.
El número creciente de quienes buscan amparo allí preocupa a la nación anfitriona, que atraviesa una significativa escasez de recursos naturales y de agua potable. Sin embargo, este hecho no le impide aceptar a los refugiados.
“No podemos cerrar nuestra frontera ante las caras de los refugiados, debemos ayudarles. Siria es como un hermano de Jordania, y el Rey Abdulá fue amigo del presidente Assad”, explica Mahmoud Al-Kharabsha, analista político y miembro del Parlamento de Jordania.
Los lazos bilaterales se intensifican
Pero ahora las relaciones entre los países vecinos se tensan, entre otras cosas porque Jordania alberga a varios militares y oficiales sirios. Entre los casos más sonados destaca el del Primer Ministro Riad Hijab, que huyó a Turquía a través de Jordania en agosto. Otro motivo de discordia son las tribus locales que suministran a la rebelión siria armas y munición. Pero la postura de Amman permanece neutral, incluso a pesar del respaldo financiero propuesto por Arabia Saudí a cambio de su colaboración en la lucha contra el régimen de Bashar al Assad.Iniciada como una manifestación opositora, la rebelión siria se convirtió en un agotador conflicto armado que se extendió más allá del territorio nacional. El eco de los disparos continúa trascendiendo las fronteras, y una eventual caída del régimen de Assad podría desatar una nefasta reacción en cadena.