Diez años de la era post-Yeltsin en Rusia
Han trasncurrido diez años desde que el primer presidente de la Rusia democrática, Boris Yeltsin, elegido casi unánimemente por los rusos tras la caída de la Unión Soviética, traspasó el poder a Vladímir Putin. Esta década parece ser un plazo suficiente para hacer el intento de análisis del avance que logró Rusia desde entonces.
Precisamente a mediodía (hora de Moscú) del 31 de diciembre de 1999, Yeltsin declaró por la televisión nacional su retiro voluntario motivado por razones de salud. Esta gestión fue muy rara e inesperada para los ex soviéticos cuyos líderes abandonaban el Kremlin solo en ataúdes.
Entonces las reformas más ambiciosas, de las cuales hablaban todos y cada uno, parecían factibles. Sólo faltaba superar el colapso financiero del año anterior, tomarse un respiro, terminar con el separatismo checheno y corregir las políticas de Gazprom y otros gigantes petroleros para que Rusia siguiera adelante. Así pensaban muchos, casi todos. A pesar de que Yeltsin dejaba la economía en ruinas, que el bienestar de la gente cayó drásticamente y el salario mínimo se medía con dos o tres decenas de dólares mensuales, la mayoría de los ciudadanos profesaban optimismo.
Pero los ríos de palabras desembocaron en la única reforma estructural que se llevó a cabo, la del sector energético.
A lo largo del último decenio los rusos aprendieron a ensamblar coches diseñados en el extranjero y a comprarlos al crédito, pagar para la hipoteca y mil cosas más que ántes no habían existido en Rusia. Aprendieron a comparar mentalmente la rentabilidad de las operaciones de cambio de rublos (la divisa nacional rusa) por dólares o por euros. Crearon nuevos modelos de aviones de combate, fabricaron varios submarinos y lanzaron a varios hombres y mujeres al espacio cósmico.
Desarrollaron su sistema político hasta el unipartidismo y rechazaron las elecciones regionales bajo el pretexto de que el país necesitaba una estabilidad social, estatal y política. Revivieron el espíritu nacional perdido en el transcurso de los 90, sintieron de nuevo el sabor de las victorias deportivas y persuadían al mundo entero de que es posible ganar la batalla en contra de la corrupción total, sin reformar los institutos estatales.
Y no es esto lo más importante. En el transcurso de la década de la coyuntura económica global favorable, los rusos de nuevo recordaron su pasado grandioso y creyeron en la oportunidad de volver a ser toda una potencia en un futuro próximo. Ahora ya no quieren aceptar, que jamás puedan alcanzar a los países que les adelantaron en el desarrollo económico.
En estos diez años se formuló la consigna “¡Rusia adelante!” que por poco está convirtiéndose en el segundo himno nacional. Y lo que más asombroso es que a la par, con esta consigna viene en la vida de la sociedad rusa el entendimiento de la necesidad, de los cambios profundos olvidados o casi olvidados en la época de Yeltsin. Hoy en día éstos lo llaman “la modernización”.
Qué hacen las cinco personas más cercanas a Yeltsin:
Naina Yeltsina. La ex primera dama del país. En la actualidad está jubilada. Según algunos datos, no hace poco se mudó de su casa de campo del estado en Barvija, a su casa privada en el pueblo Gorki-10. A menudo recibe a sus hijos y nietos, y se familiariza con el uso de Internet.
Elena Okúlova. Hija mayor. Es en la actualidad ama de casa. Valeri Okúlov. Esposo de la hija mayor. Trabaja como director de la compañía aérea “Aeroflot” y es a su vez, viceministro de Transporte de Rusia.
Tatiana Yumásheva. Hija menor. Desde 1997 hasta 1999 fue consejera de imagen de su padre. En la actualidad es la directora del Fondo de Yeltsin. Valentín Yumáshev. Esposo de Tatiana Yumásheva. Durante 1997 y 1998 fue jefe de la Administración del Presidente de la Federación Rusa. Actualmente trabaja como consultor de estructuras comerciales. Y es también uno de los fundadores del Fondo de Yeltsin.