Una joven se convirtió en inmigrante ilegal en Estados Unidos tras la muerte de su padre. Su primer deseo para el año 2010 no es dinero, ni abundancia. Es quedarse en el país en el que creció junto a su familia.
Andrea llegó a EE.UU. cuando tenía 14 años porque sus padres buscaban asilo político tras la violencia que arrasaba con las vidas de comunidades enteras en Colombia. Los siguientes años fueron relativamente agradables: Andrea terminó la escuela y la universidad con honores y dio inicio a su vida profesional. Pero todo esto terminó abruptamente cuando su padre falleció y ella quedó sin estatus legal en el país. Andrea fue arrestada y enviada a un centro de detención junto a criminales comunes a la espera de ser deportada.
A punto de ser enviada a un país extraño, la acción de familiares y organizaciones de derechos humanos le permitió volver a su hogar, pero sólo temporalmente. Entonces, Andrea tiene seis meses para que suceda un milagro que evite su deportación. El abogado especialista en inmigración, Robert Sheldon, dice que la situación de Andrea no es la única de este tipo. Según él, todos los días miles de jóvenes se encuentran en condiciones similares porque, hasta el momento, no existe un marco legal con el que se pueda trabajar para prevenir estos casos.
“Ahora en Estados Unidos hay muchos inmigrantes que han crecido en este país, que se sienten como americanos y cantan el himno americano, pero no tienen ningún estatus. Es realmente una tragedia para ellos”, dice el abogado.
Con todo, Andrea aún espera un milagro para el año 2010: una ley, una reforma, una alternativa. La joven cree que por fin la intervención de los legisladores le puede conceder su deseo. Al margen de los planes y propuestas para introducir una modificación en las leyes inmigratorias estadounidenses, lo cierto es que por la urgencia del tema, según los líderes hispanos, no debe ni puede posponerse más allá del 2010.