El problema, según la analista, es que dentro de Estados Unidos la gente otorga un valor superior a la libertad de expresión, diga lo que diga la persona. Sin embargo, -afirma Stockman- "si puedes decir algo, eso no significa que decirlo sea una buena idea".
Dicho valor suele ser tergiversado y usado en contra de los mismos estadounidenses por elementos radicales. Así, "el presidente podía haber llamado a ese pastor en Florida [Terry Jones, autor de quemas escandalosas de ejemplares del Corán en 2011] y pedirle que no quemara el Corán, aunque el hombre también lo hubiera hecho", dice Stockman.
Lo mismo ha ocurrido con la película estadounidense que insulta a Mahoma, que no fue borrada de Youtube por razones de libertad de expresión y que ha sido la supuesta chispa del ataque contra el consulado de EE.UU. en Libia y los subsiguientes disturbios en el Oriente Medio.
"Algunos extremistas usaron esta película ofensiva como un pretexto o distracción para atacar la embajada", dice la columnista, mientras otros analistas atribuyen la autoría del ataque al ala libia de Al Qaeda.
“Eso demuestra qué impotente es la Casa Blanca cuando se trata de refrenar la libertad de expresión […], demuestra los límites del poder de Washington a la hora de contener las acciones de una minoría de personas que están haciendo algo totalmente inaceptable e inútil”, declara.