Con la directiva NSC-59 el entonces presidente Jimmy Carter se reservó el derecho a una rápida confección de planes de uso de las armas nucleares. Anteriormente existían solo los planes elaborados con antelación por el Pentágono: una práctica que el mandatario consideró que no era lo suficientemente flexible.
El documento estipuló un ataque nuclear preventivo contra la URSS, que en plena Guerra Fría se consideraba el enemigo más probable de EE.UU. No obstante, entre paréntesis el documento incluyó "como apropiadas" acciones contra Cuba, Vietnam y Corea del Norte. Su autor principal, el consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, Zbigniew Brzezinski, señaló a estos países como "contingencias en menor grado".
Tras asestar una serie de golpes contra los blancos militares, las fuerzas estratégicas deberían asegurar "una capacidad suficiente para atacar un conjunto más amplio de blancos urbanos e industriales". Ni se mencionaba en la directiva el riesgo de consecuencias fatales de un masivo golpe nuclear contra otro país para la propia nación norteamericana. Al revés, se preveía una campaña que duraría varias semanas.