El joven, Alexander Maxímov, de 30 años, confesó a los policías de tráfico haber tomado alcohol durante dos días consecutivos antes de ponerse al volante. Aceleró el coche, un Toyota, hasta los 190 kilómetros por hora y se pasó de frenada tras rozar la mediana —valla metálica—, contra la que rebotando, el vehículo atravesó un carril diagonalmente sin dañar a otros turismos y se chocó contra la parada, de la que arrancó de cuajo el mobiliario.
La brutalidad del impacto hizo que las víctimas salieran disparadas a distancias comprendidas entre 15 y 20 metros. Cinco de los siete muertos eran adolescentes, de 14 a 17 años. Según los últimos datos todos eran alumnos de un mismo orfanato que iban acompañados por una maestra y su marido, quienes también perecieron en el acto.
Los tres sobrevivientes del choque han sido ingresados en un hospital de Moscú y sometidos a operaciones quirúrgicas de urgencia. El propio responsable del accidente, con varios traumatismos, también se encuentra ingresado en una clínica bajo vigilancia.