Mientras las tropas del Ejército sirio realizaban incursiones en el territorio libanés con el fin de hacer frente a los rebeldes refugiados en el país vecino, en las calles de la segunda ciudad más grande del Líbano estaban enfrentándose guerrilleros alauitas y sunitas.
Los sunitas libaneses han tomado en su mayoría el bando de los rebeldes sirios,
mientras que los chiítas, incluido el poderoso grupo Hezbolá, tiende a respaldar al presidente Bashar al Assad, miembro del
grupo alauita. A esta ruptura social se suman otras consecuencias de la ola de violencia, que ya ha llegado al territorio libanés.
“Ya ha tenido efecto aquí, en el Líbano. Ha polarizado la política del
país. Ha desembocado en combates que han tenido lugar en Trípoli y ha
conducido a enfrentamientos en Beirut. El Líbano es, por supuesto,
vulnerable a este tipo de conflictos religiosos”, dice Alastair Crooke,
diplomático británico.
Mahoma no los une
Son muchos los testimonios de combatientes de los dos bandos y ninguno de ellos se refiere a la voluntad de desarme.Incluso la defensa de la figura más unificadora del islam, el profeta Mahoma, no ha sido suficiente para hacer un frente común. Tan solo ha habido protestas separadas contra el vídeo antiislámico en Beirut. Pueden haber estado unidos en la furia, pero los manifestantes marcharon con banderas que no dejaban lugar a la duda de qué parte del conflicto sirio estaban.
La paz libanesa agoniza
“Todos los sunitas y chiitas sirios van a venir al Líbano, van a
empezar una revolución aquí en las calles y después, ellos y Hezbolá van
a combatir aquí y va a acabar todo en un caos”, asegura un habitante
local.
Esos temores tienen fundamento. La frágil paz que aún se mantiene en el Líbano puede quebrarse en cualquier momento y el caos amenaza otra vez a la región, donde solo hace falta una pequeña chispa para encender un conflicto religioso.
Por ahora el Líbano se mantiene unido, pero algunos se preguntan cuánto tiempo puede durar esa paz y si puede estar cerca el inicio de la tormenta.