Para Asa Kasher, autor del Código de Conducta de las Fuerzas de Defensa de Israel, esos ensayos “son aún deseables” y se realizaron “en beneficio de los propios militares”, cita el diario hebreo ‘Haaretz’.
Desde 1999, centenares de soldados de las unidades de elite del Ejército israelí participaron en un programa experimental secreto supervisado por el Ministerio de Defensa, que tenía como objetivo desarrollar una vacuna contra el ántrax.
Sin embargo, decenas de ellos después de haber participado en ese programa, del que tenían prohibido revelar cualquier información, sufrieron diversas enfermedades, por lo que demandaron al Estado hebreo. Asimismo, según un último informe, los soldados no fueron informados sobre los riesgos cuando aceptaron participar en el programa.
Por su parte Kasher, experto en ética y que fue designado por el Tribunal como perito objetivo para atender el caso, en su dictamen presentado ante la Corte, subrayó que esas actividades “están justificadas”.
“Los ensayos se llevaron a cabo con el fin de inmunizar a los soldados ante mayores peligros”, dijo el que fuera miembro de la comisión supervisora de aquellos experimentos. Además, señaló que no existe ninguna prohibición moral para ocultar detalles secretos sobre este tipo de ensayos.
“Es mejor que el enemigo no conozca de las capacidades del Ejército, sería un punto débil”, agregó.
En tanto los demandantes afirman que fueron obligados a participar en ese programa, que en primera instancia con animales había fracasado. Mientras, la Corte ha propuesto una indemnización de unos 9.000 dólares para los damnificados y cerrar el caso.