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Las adivinaciones navideñas rusas

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La temporada navideña, llena de supersticiones antiguas, tradicionalmente se considera como la época para juegos, disfraces y adivinaciones. Es una época rica en canciones y dulces, porque los ortodoxos creían que debajo de los disfrazados llegaban los antepasados muertos, cuyas almas había que e
Las adivinaciones navideñas rusas

La temporada navideña, llena de supersticiones antiguas, tradicionalmente se considera como la época para juegos, disfraces y adivinaciones. Es una época rica en canciones y dulces, porque los ortodoxos creían que debajo de los disfrazados llegaban los antepasados muertos, cuyas almas había que encantar con dulces. A cambio, guardaban la casa de los bondadosos dueños todo el año. Los jóvenes aprovechaban (y algunos aún hasta nuestros días aprovechan) la Navidad para predecir su futuro de felicidad personal. Muchos adivinan para ver a sus futuros novios que, según se cree, son mostrados por el mismo diablo.

Por ejemplo, en una habitación oscura se ponía frente al espejo una vela encendida. Entraba la señorita y miraba tras la vela en el espejo, donde debía ver la imagen de su futuro prometido. O bien la señorita salía por la noche a la calle con pan o empanada y preguntaba al primer hombre que pasaba cómo se llamaba. Se creía que el mismo nombre llevaría su prometido. Existían más variantes de este tipo de adivinaciones: las señoritas preguntaban al hombre al que se dirigían, no su propio nombre, sinodirectamente el del que sería su prometido mismo, haciéndolo con una crepe en la cabeza o un trozo de empanada en la boca. No sólo las señoritas, también los caballeros hacían lo mismo que las chicas.

Karl Briullov "Svetlana, adivinando su futuro", 1836. Svetlana es la protagonista de una de las obras maestras del poeta romántico ruso Vasili Zhukovski, la balada  traducción libre de la alemana "Leonore", obra de Gottfried Burger. El motívo principal de balada es una "adivinación navideña".

Antes de ir a dormir, las chicas comían algo lleno de sal pero no bebían y pensaban acostándose “Prometido vestido de gala, ¡venga y deme de beber!”. El que viniera durante el sueño sería su prometido. Los hombres ponen cuatro cartas con damas debajo de la almohada. La prometida llegada a sus sueños con la imagen de dama de picas significa una futura mujer vieja y celosa; en la imagen de tréboles, el viudo; en la de corazones, joven y rica; en la de rombos, deseada. Si en el sueño llega la dama de picas o la de tréboles, se fuman sus pedazos en una pipa.

Uno de los conocedores del alma rusa más destacados en toda la historia de la literatura, León Tolstoi, reprodujo uno de estos momentos en el capítulo cuarto de segundo volúmen de “Guerra y Paz”, que reproducimos a continuación:

Alexandr Novoskoltsev "Svetlana", 1889.  Svetlana está vestida con el traje nacional ruso, cuya historia se puede leer en artículo "Barbie rusa" en  "Relacionados".

En una hora todos los trajes del disfraz se arrugaron y se destruyeron. Los bigotes de corcho y las cejas embadurnaron las alegres y encendidas caras cubiertas de sudor. Pelageia Danilovna empezó a reconocer a los disfrazados y se extasiaba por lo bien hechos que estaban los trajes y por lo perfectamente que les sentaban a las señorítas. Agradeció a todos por animarle tanto. A los visitantes les invitaron a cenar en la sala y en el salón se encargaron de ofrecer una comida para los empleados domésticos. 

-¡No, adivinar en el baño es terrible! – decía en la cena la señorita madura que vivía con los Miliukovi.

-¿Por qué? – preguntó la hija mayor de los Miliukovi.

-No os atreváis, hay que ser muy valiente…

-Yo voy - dijo Sonia.

-Cuéntanos qué te pasó con una señorita, - dijo otra Miliukova.

-Vale, érase una vez una señorita, - dijo la señorita madura, - que tomó a un gallo, dos cubiertos, como debe hacerse, y se sentó. Esperó un rato y oyó de repente que venía…. con campañillas, con cascabelito, acercándose el trineo. Oye cómo camina. Entra bajo la imagen de un ser humano, parecido a un oficial. Entró y se sentó frente a sus cubiertos.

-¡Ah! ¡Ah!... – gritó Natasha, desencajando sus asustados ojos .

-¿Y hasta habla con ella?

-Si, como un ser humano, todo fue como en la vida real, y empezó, y empezó a inducirla. Ella debía de entretenerle con su charla hasta que los gallos gritaran por la madrugada, pero se apocó. Sólo se azaró y se tapó la cara con las manos. Entonces la agarró. Afortunadamente las señoritas llegaron a tiempo…

Durante la adivinación, la mujer se sienta frente al espejo y con una vela encendida con las palabras “Prometido, vestido de gala, venga a cenar conmigo”. Cinco minutos antes de la llegada de la imagen, el espejo se oscurece y hay que limpiarlo con la toalla. El futuro prometido llega y mira desde detrás de la chica al espejo. Al mirar todos sus rasgos, la joven debe gritar “¡Esfúmate!” y el novio desaparece. Si no lo dice, la imagen del prometido o el diablo transfigurado en su forma se sientan al lado de la señorita y ponen en la mesa un objeto, como una sortija. Y ese es el momento oportuno para echar al espíritu. El objeto se queda para la joven y dicen que se trata de un objeto perdido por el futuro prometido.

En la foto, la obra de Nikolai Pomonenko "La adivinación navideña", 1888.

-¡Vaya, no les asusta! – dijo Pelageia Danilovna.

-Madre, pero usted también adivinaba… - dijo la hija.

-¿Y cómo se adivina en el granero? – preguntó Sonia.

-          Incluso ahora mismo, en este tiempo, se puede ir al granero y ponerse a escuchar. Si uno oye que se golpea, es malo, y si oye que se da vueltas a trigo, esto es para bien; y a veces ocurre…

"La escucha" es una superstición folclórica. Los caballeros y señoritas jóvenes escuchaban, no sólo al lado del granero, sino tamibén debajo de las ventanas de las casas, pidiendo antes un deseo. Según la voz que oyen: viejo, borracho, joven, de mujer, juzgan si la vida va a ser alegre o aburrida, si la prometida va a ser cariñosa o no.

-          ¡Mamá, cuéntenos que sucedió con usted en el granero!

Pelageia Danilovna sonrió.

-          Venga, ya lo he olvidado… - dijo ella. - ¿Ninguno de vosotros vais a ir?

-No, yo voy; Pelageia Danilovna, déjeme ir - dijo Sonia.

-Vale, si no tienes miedo.

-¿Luisa Ivanovna, puedo? – preguntó Sonia.

Jugaran con un anillo, jugaran con un cuerda o moneda de rublo, hablaran como ahora, Nicholas no se apartaba de Sonia y la miraba con nuevos ojos. Le parecía que sólo ahora, por primera vez, la conoció completamente, gracias a estos bigotes de corcho. Sonia, realmente, estuvo muy alegre esta noche, animada y muy linda, como nunca la había visto Nicholas.

“Entonces ella es así, y yo soy tonto!” – pensaba, contemplando sus ojos brillantes y felices y su arrebatada sonrisa con hoyuelos en las mejillas, la sonrisa que nunca habia visto antes Nicolas.

-No tengo miedo de nada, - dijo Sonia. – ¿Puedo ir ahora? – Se levantó. A Sonia le dijeron dónde está el granero, cómo debe estar en calma y escuchar. Le entregaron el abrigo de piel. Lo puso en su cabeza y echó una mirada a Nicholas.

“¡Qué encanto es esa chica! – pensó. – ¿Y en que pensaba yo hasta ahora?”.

Sonia salió al pasillo para ir al granero. Nicholas apresuradamente se dirigió al porche principal, diciendo que tenía calor. Y efectivamente en casa no se podía respirar por la cantidad de la gente agolpada.

En el patio seguía haciendo el mismo frío inmóvil, el mismo mes, solo que fue más luminoso. La luz fue tan fuerte y había tantas estrellas en la nieve que no se quería mirar a ella y no se podían distinguir las verdaderas estrellas. El cielo estaba muy negro y aburrido, la tierra muy alegre. “¡Soy tonto, tonto! ¿Y qué esperaba hasta ahora?” – pensó Nicholas, y, saliendo al porche, dobló la esquina por el sendero que llevaba al porche trasero. Sabía que Sonia iba a ir allí. En mitad del camino estaba la leña cubierta por nieve que daba sombra. Tras la leña y a su lado, entrelazándose, caían al sendero y a la nieve las sombras de tilos viejos. El sendero llevaba al granero. La pared de troncos del granero y el techo, cubierto por la nieve, como tallados de alguna piedra preciosa, brillaban a la luz de la luna creciente. En el jardín crujió un árbol y todo se volvió a calmar. Parecía que el pecho respiraba, no con el aire, sino con una fuerza eternamente joven y con alegría.

Desde el porche de la muchacha los pies golpeaban los escalones, crujió sonoramente en el último escalón que llevaba nieve y la voz de la señorita madura pronunció:

-Recto, recto por el sendero, señorita. ¡Pero no mire atrás!

-         No tengo miedo, - le respondía la voz de Sonia, y los pies de Sonia en los zapatitos finos comenzaron a silbar, a chillar hacia Nicolas.

Sonia iba envolviéndose en el abrigo de piel. Ya estaba a dos pasos de él cuando lo vio. Le encontró no tal y cómo le conocía siempre y a quién siempre tenia un poco de miedo. Estaba vestido de mujer, con el cabello enmarañado y con una sonrisa feliz y nueva para Sonia. Sonia se le acercó corriendo rápidamente. 

“Completamente otra y la misma”, - pensaba Nicholas, mirando su cara iluminada por la luz de la luna. Pasó sus manos debajo del abrigo de piel que cubría su cabeza, la abrazó, la estrechó contra sí mismo y la besó en los labios, encima de los que estaban los bigotes que olían a corcho quemado. Sonia le besó en el mismo centro de los labios y librando sus pequeñas manos tomó sus mejillas por todos lados.

¡Sonia!.. ¡Nicholas!.. – lo único que pronunciaron. Llegaron corriendo al granero y regresaron cada uno por su porche.

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