Los líderes occidentales aplaudieron la muerte del coronel. La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, dijo al respecto riéndose: “Venimos, vimos y él murió”.
Durante casi cuatro días el cuerpo de Gaddafi fue expuesto en un refrigerador industrial en la ciudad de Misurata.
Restricciones en lugar de libertades
Estas imágenes debían dar paso a un nuevo futuro para Libia: una apertura de puertas a otra época, tan deseada por aquellos manifestantes que durante varios meses exigían un cambio en el poder y el respeto a los derechos humanos.
Sin embargo, cuando todos los rebeldes esperaban que llegara la libertad de expresión con la muerte del coronel, en Libia prohibieron criticar a la revolución que lo derrocó. Una paradoja total respecto a lo que tanto se anhelaba y que es solo una muestra del caos en el que está sumido el país. Las libertades se han coartado tanto que incluso muchos grupos sociales temen por sus vidas.
Los conflictos internos están desgarrando el país
“Vimos como derrotaron totalmente la ciudad de Tawergha con 30.000 habitantes. Había muchos libios negros. Vimos a los integrantes de las brigadas de Misurata, que según ellos mismos dicen, se dedican a eliminar a gente negra. Una ideología 'maravillosamente humanitaria' y 'ibertadora'. Con este pretexto derrotaron la ciudad, ellos estaban persiguiendo a la gente de Tawengha”. Así describe el activista y periodista Sukant Chandan la triste realidad de la época postgaddafista.
Por otro lado, los enfrentamientos entre las tribus, cuyo número asciende a 140, se están incrementando. La mayoría de estos grupos están inmersos en relaciones hostiles, lo que sumado a los cerca 20 millones de armas que circulan en Libia después de las batallas contra el ex líder libio, convierte a estas etnias en un polvorín.
El eco de la guerra civil, que ha enemistado a varias regiones del país, parece formar parte de la vida cotidiana de Libia en la actualidad. En diferentes localidades crece el número de grupos islamistas radicales, que buscan aprovecharse de la dubitativa política gubernamental. Bengasi, Misurata, Zintan y Trípoli son solo algunas ciudades en las que la población arma a sus propios ejércitos. Esta medida parece ser la única forma para sobrevivir en un país caótico en el que, cada vez más, cada grupo debe defender lo suyo.
A estos choques de carácter local se suman las dificultades a nivel nacional. Ahora las autoridades buscan una manera de frenar la insubordinación en varios puntos del territorio libio como, por ejemplo, en uno de los últimos baluartes gaddafistas: la ciudad de Bani Walid.
Soldados de EE.UU. pisarán el suelo libio
La actitud de las autoridades libias se explica por el apoyo estadounidense que reciben. Así, el Departamento de Estado norteamericano y el Pentágono están incrementando sus esfuerzos para combatir a los extremistas islámistas en suelo libio. El mes pasado, el Gobierno de Obama recibió la aprobación del Congreso para "redirigir" unos 8 millones de dólares para formar las tropas de élite destinadas a Libia.
A todos los argumentos que EE.UU. pudiera esgrimir para estar presente en suelo libio, se suma además el reciente caso de la muerte de su embajador en la ciudad de Bengasi.
“Vamos a descubrir quién lo ha hecho y lo vamos a cazar. Porque una de las cosas que dije durante mi presidencia es que si alguien se mete con los estadounidenses iremos a por él”, prometió el presidente Obama después de que se produjera el ataque contra el consulado estadounidense en Bengasi.
Las nuevas acciones impulsadas por EE.UU. en Libia tienen el supuesto propósito de solucionar los problemas de la población de este país. Sin embargo, de cara a las elecciones presidenciales en EE.UU., podrían estarse buscando unos objetivos distintos a los anunciados por la Casa Blanca. ¿Podría ser un intento del Gobierno estadounidense para allanar el camino a Obama hacia la reelección?