En los enfrentamientos en las calles de Beirut se registraron ataques de las fuerzas de seguridad contra varios manifestantes que portaban la Qaed, la bandera con la que se identifican los salafistas o sunitas más conservadores.
El Ejército libanés intervino hoy para poner fin a los disturbios en Beirut y otras regiones, que han dejado al menos ocho muertos y decenas de heridos en las últimas horas e incrementado los temores de un repunte de la tensión confesional.
Al menos tres personas murieron este lunes y otras veinte resultaron heridas en choques entre habitantes en la ciudad norteña de Trípoli, informó la Agencia de Noticias Nacional libanesa (ANN), en enfrentamientos protagonizados por suníes, credo que profesaba el jefe de Inteligencia de la Policía, general Wisam al Hasan, muerto el viernes pasado en un atentado en Beirut, y chiítas. Los enfrentamientos estallaron justo cuando se realizaban los funerales del jefe de inteligencia, Wassan Al Hassan, que falleció el pasado viernes en un atentado con coche-bomba.
Los manifestantes culpan a las autoridades de no investigar el ataque terrorista y exigen la dimisión del primer ministro. Al Hassan era considerado por muchos como un duro crítico del gobierno de Siria.
Medios libaneses también informan que Israel podría estar detrás del ataque contra el alto funcionario, mientras que EE.UU. ha anunciado que ayudará al país árabe a dar con los responsables del atentado.
El periodista internacional Eloy Pardo, asegura que Washington siempre ha estado interesado en mantener activos los conflictos religiosos en la zona.
“La estrategia de los viejos planes estadounidenses, británicos e israelíes es atizar la violencia religiosa y la división religiosa, entre chiítas y sunitas, entre musulmanes y cristianos, y con la cuestión judía, evidentemente también como trasfondo”, asegura Pardo.
“EE.UU. está desde hace muchos años interesadísimo en el Líbano y en mantener la cuestión de los enfrentamientos entre facciones religiosas. Para esclarecer este asesinato es evidente que el último actor que falta es EE.UU. e Israel”, concluye Pardo.