"Se está convirtiendo en un show virtual más para entretener que para informar al electorado norteamericano. A menudo en estos shows, estos espectáculos, estos programas más que sentar una plataforma política lo que se hace es crear una imagen de los candidatos", argumenta el periodista y analista político Eladio Armensto.
Ilusión de la realidad
Los mítines o los debates pueden parecer espontáneos y naturales, pero la verdad es que existe un guión predeterminado y calculado.Exactamente igual que en una película de Hollywood, lo que se le muestra a la audiencia es una ilusión de la realidad.
“El electorado realmente no se entera de la profundidad del programa, se le pide que vaya el día de las elecciones con una decisión basada en la imagen de los candidatos" explicó Armensto.
Y como en cualquier mega-producción televisiva, se invierte mucho dinero en la producción. No solo el argumento es importante y cada detalle esta cuidado al máximo, para que los candidatos se conviertan en actores perfectos.
“Hay personas que deciden cómo van a vestirse los candidatos, cómo van a cortarse el pelo, cuánto maquillaje van a llevar puesto, esta es una oportunidad para que mucha gente se haga rica”, sostiene T.J. McCormack, analista de medios de comunicación.
Tal es el punto al que se ha llegado que los candidatos no dudan en ejercer papeles más propios del sétimo arte que de un político serio. Para los expertos las contradicciones y promesas imposibles, se convierten en frases de un guión adaptado a la televisión que va destinado a un público ignorante.
“La campaña electoral de USA es un circo y los payasos son precisamente los dos candidatos. Es una pena, un disgusto y a la vez es patético que los norteamericanos tengan que sufrir cada día en sus casas y oficinas este espectáculo. Ni ellos mismos se creen el discurso que están diciendo”, señaló el analista político Pedro González.
Dos caras
Sin embargo los aspirantes tienen dos caras, una pública en la que se acusan unos a otros y otra privada en la que prácticamente no tienen diferencias.
“Lo que estamos viendo es como un combate de lucha libre, delante de las cámaras todos nos odiamos pero cuando las luces se apagan se trata solo de hacer negocio, y eso es lo que sucede con los candidatos, es todo una farsa”, opina Jesse Ventura, escritor y ex gobernador de Minnesota.
Es un sistema cerrado en el que parecen importar más las formas que el fondo y en el que los partidos saben que antes o después les llegará el turno.
La estrategia Demócrata se ha gastado 317 millones de dólares en anuncios televisivos, mientras que los Republicanos 348 millones, un dinero que podría emplearse en hacer proyectos que ayudaran al país.
Durante esta campaña hemos podido ver los típicos anuncios agresivos, los debates, los mítines y los reportajes especiales. También han aparecido productos televisivos como pasar un día en el autobús de campaña de Mitt Romney o seguir a la Primera Dama por el jardín de la Casa Blanca.
La campaña electoral se empieza a diferenciar menos del resto de la parrilla televisiva y a asemejarse más a un ´reality show´, un espectáculo, eso sí, que cuenta con un presupuesto casi ilimitado.