La mayoría de los estadounidenses no cree en la teoría de la evolución y percibe cada palabra de la Biblia como una sagrada verdad, según una encuesta realizada por la empresa Gallup Media y el diario USA Today.
Cuando Charles Darwin escribió sobre los orígenes de la humanidad, pensó que en África se descubrirían los restos de nuestros antepasados. La predicción luego se cumplió: cientos de restos fósiles encontrados en Etiopía, Sudáfrica y Kenya testificaron la existencia de bípedos que con el transcurso de miles de años habían modificado el tamaño del cerebro y desarrollado sus capacidades. El fenómeno de la evolución fue racionalmente explicado, documentado y reconocido incluso por la Iglesia católica. Sin embargo, en Estados Unidos apareció una pseudoteoría que pone en duda las conclusiones de la biología evolutiva y ofrece una visión alternativa, llamada “creacionismo”.
El creacionismo, alias “diseño inteligente”, niega la teoría de la evolución biológica, especialmente lo referido a los orígenes humanos, rechaza todas las pruebas geológicas y genéticas de la evolución e interpreta literalmente la Biblia sin ambicionar un análisis profundo del origen de las especies.
Según los creacionistas, resulta que “la Tierra fue creada instantáneamente hace unos 6.000 años”. Dios creó a los humanos tal y como son ahora. Los dinosaurios convivieron con el hombre y los tiranosaurios necesitaban los colmillos nada más que para abrir los cocos con los cuales se alimentaban. La conclusión de esta lógica aplastante es que el universo es fruto de una creación divina, todo en el mundo funciona gracias a un “diseñador inteligente”, responsable de la existencia. Así pues, la vida es nada más y nada menos que un gran truco de magia.
Tal vez en Europa se rían de esta original teoría, pero en Estados Unidos se está difundiendo con tal fuerza que los científicos, los profesores y los empleados de los museos se sienten amenazados por ella.
Los opositores de Darwin buscan impedir la enseñanza de la evolución biológica en las escuelas y universidades porque consideran que su creador sencillamente estaba equivocado, por lo cual no hay que seguir engañando a la sociedad y difundiendo ideas falsas. Los adeptos del “diseño inteligente”, sin embargo, no tienen ningún dato para demostrar el error del evolucionista y tampoco nada que pudiera hacer frente a los numerosos fósiles, testimonios inquebrantables de la teoría darwinista. Pero sí tienen una explicación: nadie puede presentar prueba alguna, porque la Tierra sólo se creó una vez y “no había testigos”. Hay que creerlo.
Los fieles creacionistas estadounidenses no consideran las teorías científicas, ni las estrategias políticas y cuentan sólo con que Dios se haga cargo del futuro de su país.