Según los datos del Gobierno catalán, a las 17.00 horas GMT la participación en las elecciones ascendía al 56,14%, con más del 80% de las mesas escrutadas lo que supone un aumento de 7,7 puntos respecto a los comicios del 28 de noviembre del 2010. Así, se trata de la cifra más alta de las últimas ocho convocatorias autonómicas, desde 1988.
Los sondeos apuntan a una reválida al frente de la Generalitat del líder de CiU, Artur Mas, que convocó elecciones anticipadas tras la negativa del Gobierno central a concederle una especie de soberanía fiscal, todo ello tras registrarse la mayor manifestación a favor de la soberanía de la comunidad autónoma, que coincidió con la fiesta de la Diada, el 11 de septiembre.
Una de las incógnitas de estas elecciones es saber si CiU conseguirá la mayoría absoluta de los 68 diputados [ahora tiene 62 escaños] o, de no ser así, ver si es capaz de sumar al menos 90 diputados (dos tercios de la cámara) junto con el partido izquierdista Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) para poder cambiar la ley electoral.
Las últimas encuestas dan la victoria a CiU, pero sin mayoría absoluta, con un total de entre 60 y 64 diputados. Algunos analistas apuntan que no lograr la mayoría absoluta tras su desafío soberanista sería interpretado como un fuerte revés para Mas, que pidió a los catalanes un respaldo excepcional para llevar a cabo su plan soberanista.
Otra de las incógnitas será saber si el partido socialista (PSC) seguirá siendo la segunda fuerza política, aunque su número de diputados se vea sensiblemente reducido, como anticipan las encuestas. Las formaciones políticas que aspiran a ser la principal fuerza de oposición son el Partido Popular y ERC.
Además, todas las encuestas revelan un gran porcentaje de electores indecisos, lo que extiende la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones.
En caso de salir ganador, Mas promete un nuevo estatus dentro de la Unión Europea, un paso que -según los independentistas- impactaría positivamente en la economía. No obstante, algunos analistas indican que la soberanía conduciría al pueblo a un precipicio y reportaría solo más beneficios a la oligarquía, mientras que otros vaticinan un mayor empobrecimiento de la región.
Además, el analista político, Paolo Raffone, comentó a RT que, sea cual sea el resultado, el discurso secesionista podría provocar un deterioro de las relaciones entre Barcelona y Madrid. "Yo diría que cualquiera que sea el resultado, al final, las relaciones entre Barcelona y Madrid estarán en tensión y e incluso corren el riesgo de resultar violentas”. afirma.