Llega el ‘invierno árabe’: ¿por qué la gente vuelve a tomar las calles?

Dos años después del comienzo de la llamada 'primavera árabe', las protestas todavía son algo cotidiano en muchos países que la protagonizaron.
Para muchos ciudadanos, la ilusión por acceder a un futuro mejor se ha transformado en frustración. A finales de 2012, tanto Túnez como Egipto están otra vez 'en erupción', mientras que continúan los violentos combates en Siria y cobran fuerza los movimientos separatistas en Libia.


El desempleo mueve a los tunecinos

Los tunecinos, que consiguieron la dimisión del presidente Zine el Abidine Ben Ali en enero de 2011, ahora vuelven a tomar las calles para manifestar su descontento con los nuevos líderes, incapaces de acabar con el desempleo o de mejorar la economía. 

Egipto protesta contra su nuevo ‘faraón’

La emblemática plaza Tahrir también se volvió a llenar de gente descontenta con las nuevas autoridades que sustituyeron al régimen de Hosni Mubarak. La ampliación de poderes presidenciales decretada por el presidente, Mohamed Morsi, apodado ‘faraón’ por los manifestantes, y el proyecto de Constitución influenciado por los islamistas, son objeto de nuevas críticas. 
 


Separatismo petrolero en Libia

Libia, otro protagonista de la primavera árabe, tampoco ha encontrado la paz tras una sangrienta guerra civil. Allí la gente sale a manifestarse movida por tendencias separatistas en el este del país, principal lugar de extracción petrolera de la nación. 


Occidente cosecha los frutos de la primavera árabe

Sin embargo, hay quienes han conseguido aprovechar este cúmulo de protestas y nuevos problemas sociales en su propio beneficio. Según señalan algunos activistas, la primavera árabe proporcionó numerosos nuevos contratos a las compañías occidentales, sobre todo a las del sector energético y del militar.
 
Pero incluso para Occidente, que en general aplaudió las revueltas árabes, la amistad con esas nuevas autoridades puede resultar frágil, sobre todo si se trata de negociar con movimientos islamistas como los Hermanos Musulmanes en Egipto, que sucedieron al régimen laico de Mubarak.
 
Lo único que parece estar claro es que los pueblos que derrocaron a regímenes autoritarios que llevaban decenas de años en el poder, ahora han conocido su fuerza y sabrán hacer que sus nuevos líderes oigan la 'voz de la calle'.