Aunque esta tecnología permite crear dispositivos tan útiles como extremidades artificiales manejadas mediante neuronas cerebrales para gente discapacitada, también sería vulnerable a los posibles ataques de ‘hackers’, que pueden transformar a una persona en un arma controlada mentalmente.
Las posibilidades de destrucción con este tipo de arma son muy amplias. Por ejemplo, un soldado manipulado mediante este interfaz durante un conflicto militar podría disparar a sus aliados, comunicarles datos falsos, 'hackear' su propio sistema de seguridad informática o divulgar secretos de Estado a los enemigos.
Dado que organizaciones como la estadounidense DARPA (Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa) ahora están invirtiendo en los estudios de procesos neurales y tecnologías biónicas, la unión entre neurociencia y sistemas militares puede ser el futuro también de la industria bélica.
De este modo, el cerebro podría llegar a ser el 'sexto dominio' de los conflictos militares, después del dominio cibernético, que se está expandiendo en la actualidad. Los otros cuatro son tierra, mar, aire y espacio.