Corea del Norte ha reiterado que el lanzamiento del 12 de diciembre tenía como único fin poner en órbita un satélite meteorológico, pero el análisis de los restos del cohete realizado Corea del Sur sugiere que las intenciones de Pyongyang eran otras, en concreto la prueba de un tipo de tecnología necesaria para montar una ojiva nuclear en un misil de largo alcance.
La fracción estudiada corresponde a la parte superior de la primera fase del cohete Unha-3, que cayó al Mar Amarillo, al oeste del provincia surcoreana de Jeolla del Norte, y fue recuperada por la Marina surcoreana dos días después del lanzamiento.
Tras estudiar la pieza cilíndrica, de 7,6 metros de largo, 2,4 metros de diámetro y 3,2 toneladas de peso, los expertos han asegurado que se trata de un contenedor hecho de una aleación de aluminio y magnesio que almacenaba ácido nítrico fumante rojo, usado como oxidante para el propulsor de la primera fase del cohete.
Corea del Norte tiene prohibido realizar pruebas de misiles o de tecnología nuclear debido a las sanciones impuestas por la ONU después de sus ensayos de armas nucleares en 2006 y 2009. Es por ello que Rusia instó a Pyongyang a que cancelara el lanzamiento, para evitar una mayor tensión en la ya complicada relación entre el Gobierno de Kim Jong-un y Occidente.
No obstante, al carecer de información sobre la segunda y tercera fase del cohete, se desconoce si el Unha-3 puede efectuar una reentrada en la atmósfera para impactar en un objetivo, tal y como hace un misil balístico de largo alcance.
A pesar de la condena internacional, encabezada por EE.UU., el lanzamiento de este mes fue visto como un gran impulso a nivel nacional para la credibilidad del joven Kim Jong-un, que asumió el poder en Corea del Norte tras la muerte de su padre, fallecido el año pasado.