EE.UU. ha logrado batir un récord de ataques aéreos en Afganistán: tan sólo durante estos últimos 12 meses suman ya 447, una cifra sustancialmente superior a los 338 realizados en Pakistán desde que en 2004 la CIA iniciara una ofensiva aérea en esa nación.
Los datos, publicados por las Fuerzas Aéreas de EE.UU., muestran que los ataques con drones han ido en aumento en Afganistán incluso después de que el líder terrorista Osama Bin Laden fuese asesinado en 2011.
"Las cifras ponen de manifiesto el hecho de que los sistemas no tripulados están aquí y están aquí para quedarse", asegura Peter W. Singer, investigador y director de la Iniciativa para la Defensa en el Siglo XXI, de la Institución Brookings, entidad investigadora de política, citado por la revista 'Wired'.
A pesar de este crecimiento significativo, crecen también las críticas por parte de los propios estadounidenses contra el uso indiscriminado de drones, cuyo número de víctimas es desconocido incluso para la Casa Blanca. Además, activistas de derechos humanos recuerdan que a menudo esas víctimas mortales son niños.
El presidente de EE.UU., Barack Obama, "no mata a los niños deliberadamente. No obstante, sus muertes son el resultado inevitable de la forma en la que sus aviones no tripulados se han desplegado", señala un artículo recientemente publicado en el diario británico 'The Guardian'.
Aunque Obama insiste en que la guerra de EE.UU. en Afganistán terminará en 2014 y en que todas las fuerzas combatientes serán retiradas, el Pentágono planea mantener a más de 10.000 soldados en el extranjero con el objetivo de realizar operaciones de contraterrorismo con carácter preventivo. De hecho, una entidad de la firma de seguridad privada antes conocida como Blackwater se ha adjudicado un contrato de 22 millones de dólares para prestar alojamiento en Afganistán a tropas estadounidenses hasta 2015.