Chile, 8 días después

450 víctimas mortales. Esta es la última cifra oficial de los fallecidos confirmada por el Gobierno chileno. El balance oficial de muertos podría duplicarse una vez que las autoridades cuenten con una información más completa. Por el momento, se desconoce el número de desaparecidos. La pág

450 víctimas mortales. Esta es la última cifra oficial de los fallecidos confirmada por el Gobierno chileno. El balance oficial de muertos podría duplicarse una vez que las autoridades cuenten con  una información más completa. Por el momento, se desconoce el número de desaparecidos.

La página web de RT recibe diariamente numerosos comentarios de los internautas que están buscando información sobre sus familiares y amigos con los que han perdido el contacto debido a la catástrofe. Este medio ya consiguió resultados positivos, convirtiéndose en una forma efectiva para localizar a personas.

El personal del canal RT en español cuenta con un grupo de periodistas chilenos que en estos dífíciles momentos para su nación, se encontraban a miles de kilómetros de su patria y de sus familias.

A continuación les ofrecemos la segunda parte del artículo de nuestro compañero Marcos Borcoski, ‘Chile en mi corazón: 8 días después’.

El sábado pasado, a esta misma hora, el mundo se enteraba que un devastador terremoto había azotado a una gran parte de Chile.  A esta misma hora, en Moscú, escribía un artículo para la Página Web de RT donde volcaba los sentimientos que me embargaban en esos momentos, cuando desconocía  la situación de mi familia.

La interrupción de las comunicaciones y el parcelado conocimiento de las primeras informaciones colaboraban en aumentar mi incertidumbre –al igual que millares de chilenos a través de todo el planeta. También recuerdo—ahora con tranquilidad—como muchos de mis colegas en RT me tendieron una mano solidaria o una palabra de aliento, animándome en esos tensos momentos.  Pero no era suficiente. Sin conocer mayores antecedentes,  pero el saber que el sismo había alcanzado una intensidad de 8.8 grados en la escala de 1 a 10, me indicaba que las consecuencias eran desastrosas y, en muchos casos, fatales. El quehacer periodístico entretanto comenzó a develar la real situación y las imágenes que conocimos nos mostraban un país arrasado por el terremoto y un posterior tsunami.

 El sábado pasado fue para mí, sin lugar a dudas,  el día más negro que he vivido desde que llegué para trabajar en Moscú. Mi inquietud se basaba-- más que en lo que se conocía - en lo que hasta ese momento  ignoraba. Los llamados telefónicos a mi casa, en Las Condes no lograban éxito y los reiterados mensajes de e-mail quedaban sin respuesta.

 Mis amigos rusos se acercaron a mí y a otros chilenos para expresar su solidaridad con un apretón de manos, un abrazo y una frase de esperanza. ¡Cómo evalúa uno esos gestos cuando está en tal situación y tan lejos de su gente! Son gestos que guardaré eternamente y que aflorarán cada vez que escuche el nombre “Rusia”.

Pero, ¿Qué hace un chileno ante una situación de tal naturaleza que ha ocurrido al otro lado del mundo y donde está su familia?  La respuesta me la dio otro chileno, Juan Francisco Garrido, oriundo de la comuna de San Miguel. Recién pasadas las 10 de la noche y cuando mi inquietud se había transformado en franco temor, me indicó que había logrado “enganchar” con un amigo en Santiago, Le di el número de teléfono móvil de mi mujer y se inició una cadena solidaria, esa solidaridad que los chilenos conocemos tan bien cuando se trata de ayudarnos los unos a los otros. Juan Francisco entregó ese número, ese señor en Santiago llamó al móvil y ante la ausencia de respuesta envió un mensaje de texto. Mi esposa, Liliana,  lo respondió. Ese amigo le dio la noticia a Juan Francisco y este me la hizo llegar. La situación era como yo, dentro de toda la tragedia, esperaba que se presentara. Estaban asustados, aterrados, nerviosos, pero bien. Respiré tranquilo. La cadena solidaria había llegado a buen puerto.

Con el transcurrir de los días me he ido enterando de los alcances del terremoto, de las victimas, los daños y también me enteré—con vergüenza—como algunos salieron al saqueo de almacenes y supermercados. ¿Cómo explicar a mis amigos rusos esa situación? Sé que han actuado grupos reducidos que no son todo Chile. Hasta que en el diario “El Mercurio” apareció una fotografía que, desde el primer momento, me pareció emblemática. Un compatriota, parado sobre los restos de lo que fue su hogar, sosteniendo con ambas manos una bandera chilena, rota, cubierta de lodo pero intacta en todo su simbolismo de una Patria herida, pero no vencida.

Esta imagen revela el real espíritu de los chilenos. Así somos nosotros. Damos la cara a la adversidad, la enfrentamos, no nos dejamos vencer fácilmente. Los chilenos somos como este señor que levantó la bandera en medio de la destrucción. No somos como aquellos pequeños grupos que saquean supermercados. No, de ninguna manera. Somos como el señor de la bandera y de ello nos sentimos orgullosos, tanto quienes han sufrido directamente las consecuencias del terremoto como quienes estamos lejos, muy lejos de nuestro Chile, pero que igual la sentimos como si hubiésemos estado en Santiago, Concepción, Constitución, Pelluhue o Dichato.
A mis  colegas, amigos rusos que  me detuvieron en una escala de RT  para darme ánimos, gracias por sus muestras de apoyo en esos momentos tan difíciles

A quienes comentaron mi artículo en la página Web de RT, gracias por sus palabras de aliento. Es que los chilenos, cuando la desgracia nos ataca, sabemos escribir con mayúsculas la palabra solidaridad. Son esas señales y tales actitudes las que nos hace levantarnos, limpiar los escombros y... comenzar de nuevo.

                    Marcos Borcoski
                    Periodista RT, Moscú.