Una de las mayores catástrofes medio ambientales del siglo XX, la de Bohpal, en la India, sigue presente aún en la primera década del siglo XXI.
La fuga de 42 toneladas de isocianato de metilo en la fábrica de pesticidas de la compañía estadounidense Union Carbide el 3 de diciembre de 1984 se cobró miles de vidas. La mezcla tóxica contaminó el aire y el viento asfixiando y matando a más de 3.000 personas en aquel mismo día y a más de 15.000 posteriormente, como consecuencia directa de la catástrofe. El total de afectados por el accidente industrial fue de más de 600.000, con unas 150.000 personas sufriendo secuelas graves.
Años después del accidente, médicos británicos han dado a conocer un estudio que afirma la existencia de "un nivel alto de contaminación química en el agua" en los lagos naturales del territorio.
El Centro de Ciencia y Medio Ambiente de Delhi también da sus cifras: el agua subterránea en el área supera hasta en 40 veces el nivel tolerable de pesticidas y metales pesados.
Satinath Sarandi, un activista del movimiento que tiene como objetivo defender los derechos de las víctimas de la tragedia, afirma que unas 30.000 personas resultaron damnificadas al haber bebido el agua contaminada durante todos estos años. Ahora sufren una gran variedad de problemas físicos y mentales: afecciones en la piel, riñones, hígado, pulmones e incluso en el cerebro. En el territorio hay más casos de cáncer de lo que suele ser habitual en zonas sin contaminar.
Mientras tanto, las víctimas directas del desastre que consiguieron salir con vida del mismo, hoy en día, un cuarto de siglo después, siguen sufriendo graves efectos secundarios.
Hasta ahora, casi ninguno de los sobrevivientes es fisicamente capaz de trabajar. Todos los recursos que tienen van destinados a costear sus tratamientos médicos.