"Esto abre la puerta a muchos abusos de la privacidad. No solo por parte del Gobierno, sino también de empresas", sostiene Adam Harvey, un diseñador de Nueva York que para evitar ser blanco de alguno de los 30.000 drones que se espera que sobrevuelen EE.UU. en los próximos 10 años, ha creado una línea de ropa antidrones.
Debido a su versatilidad y bajo costo, España, Ecuador o Chile también están interesados en utilizar aviones no tripulados para apoyo de la vigilancia policial.
Otra de las técnicas que se utilizan para recabar información personal es el reconocimiento facial: sistemas que escanean caras y crean una especie de código numérico indivual para cada rostro.
En el Instituto Nacional de Informática de Tokio, el profesor Isao Echizen ha creado unas gafas capaces de burlar estos sistemas presentes en multitud de dispositivos y lugares, como residencias privadas, bancos o sistemas informáticos.
“Muchísimas empresas recogen imágenes de individuos con fines comerciales y a mí eso no me gusta. El Gran Hermano no es el Gobierno, son muchas empresas juntas”, afirma Echizen.
¿Protección personal o invitación a delinquir?
Sin embargo, tanto los dispositivos instalados en los drones como los sistemas de reconocimiento facial tienen también por finalidad la seguridad de las personas o los lugares en los que son utilizados. Por lo tanto, ¿son estos inventos una forma de protección personal o más bien una invitación a delinquir?“El ciudadano de a pie tiene que ser consciente de que se juntan a veces las necesidades de los Gobiernos para garantizar esa seguridad con la puesta en jaque de la privacidad del propio ciudadano”, explica el analista de inteligencia, Félix Brezo Fernández.
Por lo tanto, de nosotros depende confiar o temer a los nuevos sistemas de vigilancia. Pero si no le merecen su confianza, cada vez existen más herramientas para evitarlos que están al alcance de su mano.