La república islámica ha empezado a instalar centrifugadoras avanzadas para el enriquecimiento de uranio en la planta de Natanz, dijo el supervisor nuclear de la ONU.
Esto contraviene las exigencias de la comunidad internacional, que exige un cese completo del enriquecimiento como medidas de creación de confianza, y aumenta los temores de que Irán se haga más rápidamente con el material necesario para una bomba atómica.
Irán rechaza las acusaciones nucleares y sostiene que, como signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y miembro de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), está obligado a desarrollar tecnología nuclear con fines meramente pacíficos.
El organismo señalo que Irán reanudó el procesamiento de uranio altamente enriquecido en diciembre pasado. Asimismo el informe del OIEA denuncia que la “actividad” extensiva en la instalación militar de Parchin socavará gravemente la investigación del organismo y resaltó la necesidad de inspecciones sin demora en el sitio.
Hasta febrero de este año Teherán ha acumulado 167 kilogramos de uranio enriquecido al 20%, reza el informe.
A partir de una concentración del 20%, se habla de uranio altamente enriquecido, un nivel desde el que es más fácil dar el salto hasta el 90% , el nivel necesario para la construcción de bombas atómicas.
Irán asegura que produce uranio al 20% para fabricar combustible para un reactor científico en Teherán.
Occidente, con Estados Unidos, la Unión Europea e Israel a la cabeza, temen que Irán quiera usar un supuesto programa nuclear civil para fines militares, mientras que Teherán rechaza estas acusaciones y dice que sólo tiene objetivos pacíficos, como la generación de energía eléctrica y la lucha contra el cáncer.
El Departamento de Estado estadounidense informó que si Irán llega a instalar centrifugadoras avanzadas en sus plantas atómicas, sería considerado un gesto de provocación por parte de la República Islámica ante la comunidad internacional.
Para el analista político Basem Tajeldine, las acusaciones contra Irán están basadas en argumentos políticos y son parte de un “complot internacional dirigido por EE.UU., el Reino Unido y sus aliados para tratar de buscar algún medio de presionar a Irán”.
Tajeldine opina que Occidente “no tiene argumentos científicos, sino más bien políticos”, para acusar a Irán. “Es una posición política del Organismo Internacional de Energía Atómica que pretende justificar una agresión contra ese país”, destacó el analista, añadiendo que además se trata de “una guerra oculta por parte de EE.UU. por el control de esa industria energética mundial”.