Cuentan que Burbridge nunca apuntaba a la cabina de los aviones, solo a los motores, esperando que así se salvara el piloto, y le tranquilizaba ver que se abría el paracaídas del piloto enemigo.
Ahora tiene 92 años, sufre alzhéimer y vive en una residencia para ancianos. Para pagar su estancia allí su familia se vio obligada a subastar algunas de sus pertenencias: la cazadora, el diario de vuelo e incluso las medallas.
Sarah Christine, hija de Branse Burbridge: “Le dije: 'Mira, papá, son tus medallas y queremos venderlas'. Él sonrió, y en su sonrisa se veía que las reconocía como suyas. Estoy segura de que entendía lo que pasaba.”
La familia espera conseguir más de 100.000 libras por las medallas y con ese dinero poder pagar el asilo, que cuesta casi 50.000 libras al año. Por una parte es una opción que puede ayudar a la familia, pero por otra pone en evidencia que los recuerdos tienen un precio.
“Una de cada diez personas sin hogar es ex militar”
No es un caso único: a esta medida se ven obligados a recurrir los allegados de muchos veteranos. Aunque es cierto que estos reciben una pensión libre de impuestos, la vida es tan cara que esa asignación a veces no alcanza ni para pagar la calefacción o la comida. Incluso se estima que una de cada diez personas sin hogar es ex militar.Ann-Mari Freebairn, del Fondo de Previsión para la Real Fuerza Aérea (RAF Benevolent Funds): “Anualmente nos contactan cientos de ciudadanos, veteranos y personas que dependen de estos, que necesitan ayuda. Como la población envejece, no parece que el número de los que reciben nuestra ayuda vaya a reducirse en un futuro próximo.” El creciente número de conflictos en los que se ha visto involucrado el Reino Unido tampoco permite ser muy optimista respecto a una disminución del número de veteranos.
A los políticos les gusta conmemorar las gestas bélicas, pero en cambio olvidan a aquellos que las protagonizaron. Los veteranos de guerra británicos libran hoy en día una nueva lucha. Y al parecer esta no difiere mucho de la que se llevaba a cabo en los campos de batalla de los años 40. Hoy, como en aquella época, luchan para sobrevivir. Pero ahora no tienen más remedio que vender sus pertenencias y todo aquello por lo que lucharon y dedicaron sus vidas.