En el Congreso de EE.UU. ni siquiera se abordó el tema. De hecho, los congresistas debatieron asuntos más triviales como, por ejemplo, si los recortes económicos afectarían a los eventos festivos que tradicionalmente se celebran en la Casa Blanca con motivo de la Pascua.
Aunque algunos esperaban un discurso en profundidad sobre el tema del presidente Obama que incluyera algo de autocrítica, su reacción se limitó a un escueto comunicado en el que se destacaba el sacrificio de los cerca de 4.500 estadounidenses que perdieron la vida en Irak y los 30.000 que resultaron heridos.
Tampoco se produjo ese día reacción alguna por parte del principal protagonista público de esta guerra, el ex presidente de EE.UU. George W. Bush, que ordenó la ofensiva militar en Irak alegando que el régimen de Saddam Hussein albergaba células del Al Qaeda y que poseía armas de destrucción masiva, algo que resultó ser completamente falso. Tal y como era previsible, el político no sólo no lanzó una disculpa, sino que ni tan siquiera hizo público ningún comunicado.
Durante la jornada del pasado martes, varios medios de comunicación nacionales abordaron la posibilidad de que Bush, así como el ex vicepresidente Dick Cheney, pudieran ser juzgados por crímenes de guerra.
Aunque según las encuestas de 2003 un 69% de la población estadounidense respaldaba por aquel entonces la idea de la invasión, 10 años después de la guerra la opinión pública mundial muestra su rechazo casi absoluto de la decisión del lanzamiento de la campaña militar en Irak, considerándola inútil e injustificada.