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Jugar el fútbol a pesar de la discriminación y los problemas sociales

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Los jóvenes futbolistas del estado indio de Jammu y Cachemira a menudo son víctimas de la discriminación por parte de otros equipos, al asociárseles con terroristas, puesto que durante dos décadas la región ha sido dominada por extremistas armados.
Jugar el fútbol a pesar de la discriminación y los problemas sociales

Los jóvenes futbolistas del estado indio de Jammu y Cachemira a menudo son víctimas de la discriminación por parte de otros equipos, al asociárseles con terroristas, puesto que durante dos décadas la región ha sido dominada por extremistas armados.

La mayoría de los espectadores del estado de Cachemira vienen a ver el equipo de la Academia Internacional de Deportes (ISAT), fundada por el entrenador argentino Marcos Troia en 2007. A pesar de la inseguridad, logró convertir a los chicos en un equipo ganador que ha vencido a los conjuntos más reconocidos.

“En los primeros años matriculamos a 400 chicos de 16 y 17 años de edad y empezamos a entrenarlos por primera vez en sus vidas”, cuenta Marcos Troia. “Dos años más tarde se convirtieron en un equipo de la división B, luego división A, y este año ya nos hemos clasificado para la división superior de la región”, continúa.

El entrenador lamenta que en Srinagar, la capital de estado, la guardia está por todas partes. “Pero a pesar de los constantes toques de queda, protestas y huelgas que sacuden el valle de Cachemira, los entrenamientos en la Academia continúan”, subraya Troia.

El capitán del equipo ISAT, Basharat Bashim, pronto viajará a Brasil para entrenarse en el antiguo equipo de Pelé, el Santos. Es un gran logro para un joven cachemiro a quien negaron el pasaporte porque su padre era un ex militante. “Nada puede cambiar la mentalidad de los jóvenes, ni siquiera la policía. Solamente el fútbol puede hacerlo”, dice Bashim.

El mismo capitán ha sido víctima de la discriminación cuando jugó por primera vez en un equipo de Calcuta. “Me decían: “Vienes de Cachemira, eres un terrorista, un militante, no queremos vivir a tu lado”, cuenta Bashim. “Y yo decía: “Me iré del equipo. Y me fui. Cuando empecé a entrenar con Marcos, desde el principio soñé con viajar a Brasil. No creo que ahí nadie me llame terrorista”, dice el deportista.

Todos los jóvenes han sido afectados de alguna manera por el extremismo. Pero parece que “el maravilloso deporte” podría devolver la idea optimista de que las cosas en Cachemira mejoren.

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