Las lluvias torrenciales, que afectaron a unos 350.000 vecinos, golpearon en primer lugar a la ciudad de la Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Las nubes descargaron sobre la localidad unos 400 milímetros de agua, más de cuatro veces lo que se esperaba que lloviera en todo el mes.
Durante la madrugada del miércoles más del 50% de la ciudad estaba cubierta por torrentes de agua que fluían con furia por las calles arrasando todo lo que encontraban a su paso.
“Llevamos a los dos nenes a la pieza grande y nos acostamos en la cama, yo me acosté con ellos para que no estén asustados. Bajé la mano y tenía el agua ya subiendo al colchón. Entonces me levanté y le dije a mi marido 'Ale, no nos podemos quedar acá'”, dice una vecina damnificada.
La mezcla de aceite y combustible de los autos arrastrados por la corriente, sumada a los desechos de las cloacas colapsadas, inundó las casas, donde la altura del agua llegó a superar en algunos casos los dos metros destruyéndolo todo. La falta de electricidad y agua potable aumentaba la desesperación de los vecinos que intentaban salvar sus bienes.
La mayoría de las víctimas mortales eran personas mayores. Un vecino de la Plata, Carlos, cuenta que vio cómo los patrulleros le pusieron una bolsa negra a una señora sentada en una silla de ruedas y se la llevaron.
La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, ya decretó tres días de duelo nacional. Esta tragedia le es especialmente sensible, ya que la Plata es su ciudad natal y el lugar donde todavía vive su madre.
La solidaridad y el aporte de los vecinos sigue siendo vital para todos aquellos que hoy intentan reconstruir sus vidas. El gobierno de la provincia anunció que aprobará subsidios y créditos para los damnificados, mientras que un vecino, Alejandro, asegura que les queda solo “cerrar, ir a comer a un lugar seco y rezar”.