Por su parte, el secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger, prohibió rotundamente a Stabler que intercediera para evitar que se le relacionara con el intento de derrocar al dictador, aunque sí preparó toda una lista de mensajes de condolencia y de felicitaciones al príncipe que, un mes más tarde, necesitaría tras la muerte de Franco.
Si Juan Carlos pensó en algún momento que Washington estaría de su lado porque le preocupaba la democratización de España pecaba de ingenuo”.
Democracia por bases
Asimismo, los cables muestran que EE.UU. estaba dispuesto a apoyar a Juan Carlos en el camino hacia la democratización para evitar que “los comunistas y los extremistas de todos los colores jugaran un papel determinante". "El interés de EE.UU. reside en empujar a Juan Carlos a que dé un giro gradual, pero de manera decidida y no demasiado lenta, hacia la democratización. Debemos darle el apoyo que él claramente está pidiendo a EE.UU.", expresó Stabler, a lo que Kissinger respondió que Washington "jugará un papel estabilizador y de apoyo ".No obstante, la publicación sugiere que dicho respaldo no era gratuito. “Si Juan Carlos pensó en algún momento que Washington estaría de su lado porque le preocupaba la democratización de España pecaba de ingenuo”, destaca el diario, subrayando que a finales de 1975 vencía el acuerdo sobre las bases militares estadounidenses en España. “Si España no formaba parte de la Alianza, a lo que se oponía la mayor parte de los países precisamente por ser una dictadura, entonces los marines tendrían que hacer las maletas”, agrega.
Seguimiento absoluto al rey
Las políticas de Juan Carlos “abrían una puerta vital” para EE.UU., que podría convencer más fácilmente a sus aliados de la OTAN de “la necesidad imperiosa de acoger a España por ser la puerta al Mediterráneo”, sostiene publico.es. Según revela un cable 'secreto' del 5 de noviembre Kissinger ordenó a su embajador ante la OTAN reactivar las gestiones: "Es muy importante hacer énfasis en las posibilidades que se abren ahora para Occidente para alentar la moderación y las instituciones democráticas en la vida política española".Para asegurarse de que las cosas iban tal como EE.UU. esperaba, Stabler siguió muy de cerca todos los movimientos del rey en 1976. Cuando, por ejemplo, el rey confesó al embajador norteamericano que el ministro de Economía, Villar Mir, estaba siendo un personaje problemático, porque “su retraso en elaborar un programa económico" podía ser "perjudicial", Washington acogió a una comitiva encabezada por el ministro para buscar el modo de mejorar la situación financiera de España y renegociar la deuda externa.
Informes de "grandísimo valor"
Henry Kissinger reiteró varias veces a Stabler que sus contactos con Juan Carlos “deben ser tratados con la mayor discreción”, ya que —aseguraba—
“estos informes tienen un grandísimo valor para EE.UU.”, razón por la que se comprometió a hacer "lo que esté en nuestra mano para asegurarnos de que en el futuro se manejen de manera apropiada". En otro mensaje, Kissinger prohibió a sus embajadores en Marruecos, Mauritania y Argelia difundir "un material tan sensible que puede poner en peligro el acceso a la fuente".El domingo pasado Wikileaks criticó al gobierno de EE.UU. por no desclasificar los documentos públicos y ha creado un buscador para los 1,7 millones de documentos de la era diplomática de Henry Kissinger, de 1973 a 1976, enfocados, sobre todo, en sus actividades en Latinoamérica, sus relaciones con Franco y la Familia Real y la Grecia de los coroneles.
El analista político Juan Luis González Pérez cree que la información revelada por Wikileaks confirma una vez más la política imperialista propia de EE.UU. “EE.UU. hace lo que mejor sabe hacer y lo que siempre ha hecho. Actúa como un imperio y utiliza como vasallos a otros países”, sostiene el analista, subrayando que el hecho de que "EE.UU. sea capaz de decidir quién va a suceder a un dictador, obviamente dice bien poco de la democracia española".