"La postura de China sobre la situación en la península coreana siempre ha sido congruente", dijo Wang durante el encuentro con el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, en el que urgió a todas las partes implicadas a abstenerse de realizar cualquier acción que pudiera disparar una escalada de la tensión en la zona, e insistió en que es necesario reanudar las conversaciones a seis bandas.
El pasado lunes el presidente chino, Xi Jinping, dijo que ningún país "tiene el derecho a hundir a una región e incluso al mundo entero en el caos en beneficio propio", en lo que se interpretó como una clara alusión a las amenazas de Pyongyang. Mientras, el canciller chino, Wang Yi, en una conversación telefónica con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, aseguró que se oponía a “las palabras y acciones provocadoras por cualquiera de las partes en esta región” y que no tolerará “que se cause revuelo a las puertas de China”.
En relación a estas duras declaraciones de Pekín en dirección a su aliado tradicional —que China ha apoyado desde la guerra con Corea del Sur de 1950-1953 que dejo dividida la península—, Zhu Feng, director adjunto del Centro de Estudios Internacionales y profesor de la Universidad de Pekín, reiteró que Pekín “parece haberse hartado ya” de las amenazas belicistas de Pyongyang,
“Las rabietas infantiles de Kim Jong-un han enfurecido genuinamente a China. Es verdad que los líderes del país a veces se quejaban de la pesada carga que representa la subvención de Corea del Norte; sin embargo, hasta ahora nunca habían mostrado su disgusto con respecto al comportamiento del Norte de forma tan abierta”, explica Zhu Feng.
De acuerdo al analista internacional, las recientes advertencias de China pueden ser consideradas “como el equivalente a una tarjeta amarilla en el fútbol”. “Aunque China no ha decidido abandonar a Corea del Norte, la advertencia es severa para Kim Jong-un: China puede sacarlo del terreno de juego si no cambia su comportamiento”, concluye el analista.