Estudiando los fósiles, los investigadores descubrieron que una especie de bacterias minúsculas antiguas se alimentaban de otra bacteria, llamada Gunflintia, preferiendo esta comida a otras.
En el proceso de alimentación y digestión se formaba ácido sulfhídrico, que produce el olor que conocemos como 'el olor de huevos podridos', explica Martin Brasier, el paleobiólogo de la Universidad de Oxford (Londres). "No es que todo olía a huevos podridos, pero una nariz sensible lo notaría", comenta Brasier.
Aunque había evidencias químicas de que los organismos en las primeras épocas de nuestro planeta se consumían unos a otros, es la primera vez que se ha podido observar.
Se cree que la Gunflintia es un tipo de cianobacteria, también conocidas como algas verdeazules, capaces de realizar fotosíntesis oxigénica, gracias a la cual la atmósfera de la Tierra se llenó de oxígeno y se crearon las condiciones para la aparición de las formas de vida más desarrolladas.