"Las nubes sobre el océano Antártico reflejan significativamente más luz solar en verano de lo que lo haría sin estas grandes floraciones de plancton", señala Daniel McCoy, coautor principal y estudiante de doctorado de ciencias atmosféricas en la Universidad de Washington, citado en la revista.
Los resultados del estudio muestran que de promedio durante un año, el aumento del brillo refleja unos 4 vatios de energía solar por metro cuadrado.
"La vida en el océano tiene un gran efecto en las nubes", señala el coautor Dennis Hartmann, profesor de ciencias atmosféricas de la Universidad de Washington. En concreto, la vida marina puede afectar a las nubes de dos maneras. La primera es mediante la emisión de un gas, como el sulfuro de dimetilo producido por bacterias y fitoplancton, que crea el particular olor sulfuroso del mar y que también produce partículas que generan las gotas de las nubes marinas. La segunda forma es directamente a través de la materia orgánica que se acumula en la superficie del agua, formando una espuma burbujeante.
Los océanos del área de estudio, entre 35 y 55 grados al sur, son una región importante para el clima de la Tierra. De hecho, el océano Antártico es un entorno único para el estudio de las nubes, ya que, al contrario que en otros lugares, la vida marina no se ve afectada por aerosoles provenientes de la quema de bosques o por la contaminación. Los investigadores creen que procesos similares podrían ocurrir en el hemisferio norte, aunque serían más difíciles de medir y pueden tener un efecto menor.