El VIH ataca las células T CD4 (tipo de leucocitos), responsable del reconocimiento de 'enemigos' en el organismo. Hasta ahora se creía que cuando el virus penetraba en estas células 'secuestraba' toda su información genética para reproducirse y posteriormente convertirlas en fábricas del VIH.
Sin embargo, la mayoría de las células T CD4 capturadas por el virus de inmunodeficiencia humana quedan en "reposo" por lo que el proceso de propagación de la infección se detiene, según un nuevo estudio publicado en el sitio del Instituto. Pero inesperadamente las células en "reposo" responden innatamente al detectar fragmentos de ADN virales, lo que en última instancia conduce a su propia muerte.
De acuerdo con los autores del nuevo estudio, este suicidio celular está destinado a detener la propagación del virus al resto del organismo. No obstante, en lugar de proteger contra posteriores infecciones, esta acción alimenta la propagación del VIH mediante la atracción de nuevas células T CD4 a la zona infectada.
"Los asesinos de las células T CD4 en los tejidos linfoides son las propias células infectadas y no el virus que circula libremente", aseguró el autor de la investigación Gilad Doitsh.