El pasado 11 de julio, una mujer de 60 años resultó herida con dos costillas rotas y diversas contusiones debido al golpe que se dio tras producirse una explosión en una playa de Rhode Island (Estados Unidos).
Después de descartar la presencia de substancias explosivas, ataques terroristas y seísmos, la explicación más probable era que la explosión se hubiese producido por el metano acumulado bajo la arena en la playa.
Sin embargo, esta causa no fue la única propuesta. El profesor Brian Heikes sugirió que el estallido se produjo por la acumulación de hidrógeno, fruto del proceso electroquímico de corrosión de un cable de cobre cortado que encontraron bajo la arena.
El desconcierto surgió al explorar la zona. Los extremos del cable desenterrado estaban como nuevos y el acero que lo recubría mantenía su color, a pesar de haber estado en el agua durante muchos años. Eso probó la existencia de un voltaje ligeramente negativo en el extremo del cable que lo protegió de la corrosión, pero no descartó que el resto estuviera corroído, circunstancia que pudo haber producido el hidrógeno, aseguró el científico Arthur Spivack y publicó Phys.org, aunque la veracidad de hipótesis aún no estaba probada.
Finalmente, los científicos llegaron al acuerdo de que la corrosión convirtió al cable en una batería cortocircuitada en el agua salada. Así, mientras que el cable se corroyó en un extremo, los electrones se trasladaron a través del metal hacia el extremo opuesto, de signo contrario. Esto protegió al cable de la corrosión completa y lo dejó brillante, pero produjo hidrógeno, un gas altamente inflamable que no genera un fuego visible.
Para certificar la seguridad de los bañistas, los investigadores realizaron pruebas adicionales y encontraron que en la arena de la zona del suceso no quedó ningún hidrógeno residual, con lo cual resulta casi imposible que se produzca otra explosión.