Para llegar a esta conclusión, los científicos estadounidenses realizaron IRMf (imagen por resonancia magnética funcional) sobre 195 voluntarios mientras estos hablaban sobre diferentes temas. Durante la primera serie de pruebas, los participantes se comunicaban solo con los especialistas del laboratorio. En la segunda etapa, les advirtieron que los amigos o parientes que les habían acompañado podrían escuchar algunos de sus comentarios y les adelantaron en qué momentos sería exactamente.
Resultó que cuando un voluntario hablaba sobre sí mismo, en su cerebro se desencadenaba la misma reacción química que se asocia con el sexo. Los científicos registraron una actividad aumentada en el núcleo accumbens y en el área ventral tegmental, las zonas responsables de librar la dopamina, la hormona que controla los sistemas del placer en el cerebro. Suelen activarse cuando se mantienen relaciones sexuales o se come algo dulce o sabroso. Los especialistas de Harvard descubrieron, además, que en los casos en los que los voluntarios hablaban sobre temas personales y sabían que sus amigos les estaban oyendo, la actividad en estas dos zonas aumentaba aún más.