En su artículo para la revista 'Astrobiology', Loeb, jefe del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard (EE.UU.), destaca que la radiación del fondo cósmico después del Big Bang fue infrarroja y tenía una temperatura de entre 273 y 300 grados Kelvin (0-30 grados Celsius). Estas condiciones podrían permitir a los planetas rocosos tempranos que existieran en aquel momento albergar procesos químicos con agua en estado líquido en su superficie y ser habitables, independientemente de su distancia de la estrella.
Con el alejamiento de la longitud de onda del rojo los primeros halos galácticos —regiones del espacio que rodean las galaxias espirales y están formadas por gas interestelar poco denso, estrellas viejas y materia oscura— empezaron a colapsar. Esto generó el mínimo necesario de elementos pesados para formar planetas duros y seres vivos ya cuando el universo tenía 15 millones años de edad, según Loeb.
Sin embargo, importantes aspectos quedan fuera de la teoría del astrofísico. No establece ninguna correlación entre la composición de los hipotéticos planetas tempranos con algunos modelos bioquímicos. Tampoco detalla cómo habría sido el ecosistema de los primeros planetas en caso de estar alejados de las estrellas: una supuesta vida en ellas hubiera debido basarse en la quimiosíntesis, ya que la fotosíntesis es imposible con la radiación térmica.