Su estructura es flexible y a la vez íntegra, repartiendo la carga a lo largo de todos sus elementos y así reduciendo la tensión.
Se basa en un principio semejante que se encuentra en la biología, donde los músculos, los huesos y los tendones funcionan al unísono.
Esta propiedad le permite prescindir de costosos sistemas de aterrizaje.
Otras ventajas de su estructura en que es ligero y compacto, algo muy importante para las misiones espaciales.
"Cuanto menos espacio ocupa durante el transporte, menos costará su envío a uno u otro planeta", cita el canal Vesti a uno de los diseñadores del centro de investigaciones Ames de la NASA, ubicado en California.
Eso también permite aumentar la cantidad de robots enviados y por consiguiente de las misiones científicas que pueden llevar a cabo los aparatos en el cuerpo celeste.
El dispositivo además tiene mejores características de movimiento sobre la superficie que los vehículos de ruedas, siendo capaz de sobrevivir a una caída por un precipicio y atravesar arenas.
Los ingenieros del proyecto, que ha ganado una subvención de la NASA este año, deben solucionar el problema de cómo controlar desde la Tierra un aparato con tantos componentes interrelacionados no lineales que se afectan unos a otros de manera impredecible.
Los investigadores se centran en hacer el aparato relativamente autónomo para limitar el papel del centro de control a fijarle los objetivos sobre la superficie.
Si resuelven esta tarea, Super Ball Bot andará sobre la superficie de Titán, que es muy parecido a la Tierra de hace 3.500 millones de años, cuando se cree que en ella nació la vida.