Cuando los mismos empleados no utilizan o apoyan su producto, el problema lo tiene el producto, no los empleados
El anuncio del lanzamiento de las gafas de Google generó enormes expectativas en el primer semestre de 2013. Sin embargo, poco a poco fueron saliendo a la luz pormenores del dispositivo que fueron difuminando las primeras buenas sensanciones. El objetivo de Google Glass es que el usuario pueda leer fácilmente los correos electrónicos sin tener que buscar el teléfono en su bolsillo además de, entre otras cosas, tomar fotos con solo guiñar un ojo o pedir información en el mapa virtual si te pierdes en la ciudad.
Muchas de las personas que pudieron hacerse con un prototipo de las gafas, que Google vendió a expertos en tecnología por 1.500 dólares, confiesan que no las usan muy a menudo. Así las cosas, si ni los amantes de los productos innovadores y tecnológicos ni los empleados de Google se sienten cómodos usándolas, no parece claro cómo pueden llegar a convertirse en un objeto cotidiano, advierte el portal 'Business Insider'.
"Cuando los mismos empleados no utilizan o apoyan su producto, el problema lo tiene el producto, no los empleados", estima John Gruber, experto en ciencias de la computación.