"El efecto es comparable a la flotabilidad de un balón lleno de aire bajo el agua que es impulsado hacia arriba", reza parte del estudio publicado en la revista 'Nature Geoscience'. Afortunadamente, los análisis aseguran que en la actualidad ninguno de los supervolcanes conocidos entrará en erupción en un futuro cercano.
El grupo de científicos ha analizado el magma de la caldera de Yellowstone (una caverna subterránea de 55 kilómetros de ancho que contiene entre 200 y 600 kilómetros cúbicos de roca fundida) y encontraron que su densidad disminuye significativamente a altas temperaturas y a altas presiones subterráneas.
Las variaciones de la densidad entre el magma y la roca que rodea el supervolcán hace que la lava dentro de la caldera pueda generar fuerzas suficientemente grandes como para romper la corteza terrestre, permitiendo que la roca fundida y las cenizas entren en erupción desde la superficie. La prevención de una erupción supervolcánica no es posible, pero los científicos tratan actualmente de idear métodos para controlar la presión del magma subterráneo.
No son volcanes grandes
Los supervolcanes no son exactamente 'volcanes voluminosos' sino más bien una gran acumulación subterránea de magma, cuya erupción representaría la segunda mayor catástrofe a nivel planetario después del impacto de un asteroide. En el pasado han sido responsables por extinciones en masa, así como del enfriamiento global a largo plazo, ya que la ceniza expelida que se mantiene en el aire impide pasar a la luz del Sol.La última erupción de semejante envergadura se cree que ocurrió hace unos 74.000 años en el lugar que hoy conocemos como Sumatra (Indonesia). Las cenizas bloquearon el Sol entre seis y ocho años, lo que dio lugar a un período de enfriamiento en todo el planeta que duró unos mil años. Los científicos predicen que una erupción de un supervolcán causaría que las temperaturas globales disminuyeran unos 10º centígrados durante aproximadamente una década, lo que cambiaría notablemente la vida en la tierra.